Eran las 3.34 de la madrugada cuando comenzaron a saltar vasos sobre las estanterías y los cristales se quebraron en el suelo. Luego sobrevino la oscuridad y se oyó a la tierra rugir. La gente salió gritando a la calle con lo que tenía puesto, si es que no estaba desnuda, a esperar las casi 60 réplicas que siguieron al terremoto de 8,8 grados en la escala de Richter. Todo ocurrió en un minuto y dejó en el suelo chileno las huellas de la desgracia. El epicentro del seísmo tuvo lugar en la región del Bíobío (centro), a unos 91 kilómetros de Concepción, la segunda ciudad del país, con más de un millón de habitantes.

La Oficina Nacional de Emergencia (ONEMI) contabilizó en un principio 214 víctimas mortales y 400.000 damnificados, pero ya advirtió que la cifra aumentará. "Hay una enorme cantidad de daño del que no sabemos su exacta dimensión", dijo su directora, Carmen Fernández, en medio de las primeras acciones de rescate. La ministra de la Vivienda, Patricia Poblete, reveló que hay 500.000 casas con daños severos y un millón más afectadas. El Gobierno evaluaba el estado de las infraestructuras. La conexión territorial estaba no obstante fuera de peligro.

EL MAS GRAVE EN 30 AÑOS La presidenta Michelle Bachelet declaró zona afectada por catástrofe al territorio comprendido entre las regiones de Valparaíso y la Araucanía. "Hemos tenido muchos terremotos, pero este es el más grave de los últimos 30 años", dijo tras recorrer las zonas devastadas.

La historia ha educado a los chilenos en los hábitos de la cultura sísmica: en los últimos años se registraron 13 situaciones dramáticas. Casi todos saben desde pequeños qué hacer en estos casos. Casi todos esperaban algún día una fatalidad. "Nos hemos acostumbrado a prepararnos", señaló el secretario de la Organización de Estados Americanos (OEA), el chileno José Miguel Insulza. El país es pionero en la reglamentación y construcción de edificios a prueba de terremotos, así como en estrategias de prevención y evacuación. De lo contrario, un seísmo de 8,8 grados hubiera podido tener consecuencias espeluznantes. La medida de referencia la dan la reciente catástrofe haitiana (7 grados) y el tsunami que arrasó Sumatra (8,9) en el 2004. Ambas tragedias superaron la cifra de 220.000 vidas segadas.

VICTIMA EN ARGENTINA La onda expansiva que sacudió Chile fue percibida en Argentina, donde murió un niño al caer una pared. La alcaldesa de Concepción, Jacqueline van Rysselberghe, calificó de "dantesco" el panorama en esta ciudad, que durante varias horas quedó aislada y donde un flamante edificio de 15 pisos se derrumbó como un castillo de naipes.

"Dos de los puentes que nos conectan y atraviesan el río Biobío se cayeron", añadió. Concepción se quedó sin luz ni agua. Se registraron saqueos en comercios. De una cárcel hecha añicos se fugaron 200 presos.

Una ola gigante arrasó parte de un pueblo en la isla de Robinson Crusoe, en el archipiélago chileno Juan Fernández, a unos 700 kilómetros de la costa. Fallecieron al menos cinco personas.

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