Hay cada vez más nervios en el Partido Demócrata de Estados Unidos. Lo que se anticipaba como una imparable “ola azul” en las elecciones legislativas del 6 de noviembre pierde fuerza en algunas carreras y la opción de recuperar el Senado se ve cada vez más remota. Este lunes, en Houston, entre unos 19.000 seguidores de Donald Trump y escuchando al presidente, se podía entender, al menos en parte, por qué.

El mitin organizado en el Toyota Center era, sobre el papel, un acto para que el presidente respaldara la campaña del senador Ted Cruz, que en el conservador estado se ha encontrado un formidable rival inesperado en el demócrata Beto O’Rourke, aunque según las encuestas el republicano ha vuelto a consolidar su ventaja. Pero en el mitin casi nadie hablaba de Cruz, ni llevaba sus camisetas, ni agitaba sus carteles ni se centraba en su discurso.

El acto era un baño de masas para Trump, tan centrado ya en su campaña de reelección en 2020 como en agitar el entusiasmo para evitar la tradicional apatía de los votantes del partido en el poder el día 6. Y lo visto entre sus seguidores, antes y después de su discurso, es auténtica devoción.

"DEVUELVE EL ORGULLO A EEUU"

Tom Reigle, un operador de la petrolera Exxon Mobile de 27 años, aseguraba, por ejemplo, que “Trump es valiente, no le importa lo que la gente piense. Está devolviendo el orgullo a EEUU y tenemos más patriotas ahora que quieren a este país”. Y Britney Husfeld, una agente inmobiliaria de 34 años, que en su camiseta y su poster ponía el foco en la segunda enmienda, la del derecho a tener armas, decía que “con (Barack) Obama nos pisoteaban. Él se ha alzado por nosotros como nación”.

No había muchas personas de color en el estadio pero sí algunas, incluyendo Elijah Antoine, un elegante joven de 26 años llegado desde las Islas Vírgenes. Y también él defendía firmemente a Trump. “Es fiel a su identidad y eso es lo que hace un buen líder. Además está mostrando progresión. Y algunas cosas pueden parecer locuras, pero siempre hay un método en la locura”.

El método de Trump ya se conoce desde que lanzó su candidatura en junio de 2015 y se mantiene, idéntico y a la vez evolucionado, reforzado desde que llegó a la presidencia. Este lunes en Houston, por ejemplo, volvió a lanzar sus ataques a las “noticias falsas” y a usar exageraciones incluso sobre las cifras de asistencia al mitin (que desmintieron los datos oficiales de la policía). Presumió de sus resultados políticos y económicos y decidió reivindicar con inusitada fuerza definirse como “nacionalista”.

INMIGRACIÓN Y DEMÓCRATAS, DEMONIZADOS

Si en algo hizo especial ahínco Trump fue en la demonización de los inmigrantes y de los demócratas. Volvió a aprovechar para ello tanto la caravana de varios miles de centroamericanos que salió de Honduras y espera llegar a EEUU para pedir asilo (“un asalto a nuestro país”) como el turbulento proceso de confirmación del juez Brett Kavanaugh para el Tribunal Supremo. Y en los dos casos habló de “la izquierda rabiosa” o de “una masa radical demócrata que quiere destruir nuestro país y nuestra economía”.

El mensaje de Trump cala, como se podía ver en la camiseta de Toby Stock, un joven de 18 años llegado desde Austin, que había pintado por delante “los americanos también somos soñadores”, el término con que se calificó a los jóvenes inmigrantes a los que Barack Obama abrió las puertas a la legalización, y por detrás “construye el puto muro”. Pero él y otros muchos entre los asistentes defienden que no hay xenofobia. “No tengo nada contra la inmigración, sino contra quienes llegan sin papeles. Yo tengo sangre irlandesa y alemana y mi familia vino de la forma en que hay que venir, en su día por Ellis Island”, decía Madonna Anderson, una mujer de 54 años.

También Husfeld, la agente inmobiliaria, defendía que Trump “no es antiinmigrante y no agita el miedo, sino que toca los temas que la gente ve y lleva tiempo viendo”. Y aunque admitía que “el país está más polarizado”, aseguraba que “la solución es ser cívico y respetuoso”. Surgía una pregunta casi obvia: ¿Lo es Trump? Y entonces ella defendía. “No es su trabajo, es nuestro trabajo, de los ciudadanos. Él no fue elegido porque fuera agradable”.

Según gente como Josh Dizk, que llevaba una camiseta defendiendo la libertad de expresión, y decía que se está censurando a los conservadores y que “la cultura de la corrección política se ha exacerbado”, no solo Trump sino “todos los políticos juegan con sus bases. Son los medios de comunicación los que adoran la división”.

Y desde luego en el Toyota Center de Houston había entrega total. “Trump es inspirador”, decía a la salida del rally Elizabeth, una mujer que no quería dar su apellido. “Representa realmente a la gente. Finalmente tenemos una voz”.