Las rejas de los comercios se cierran a toda prisa, los guardias se preparan a defenderlos, la gente corre por las calles y todos gritan en lengua criolla para hacer correr la alarma: "¡Los chimeres están bajando de la colina!". El barrio residencial se cierra, mientras los marines de EEUU, que inician una imposible misión de desarme, se mueven como rambos sin saber quién es el enemigo. Matan a dos tipos en otro confuso asalto. En este día sí, día no en el que vive la capital, es un día tranquilo en Puerto Príncipe.

El nuevo primer ministro, Gerard Latortue, de 69 años, llega al país del que se ausentó media vida para toparse con una realidad aún más desgarradora de la que dejó. Dice sentirse "muy feliz por la confianza que el consejo de sabios depositó" en él y manifiesta su deseo de "reunir a todos los haitianos, cualquiera que sea su origen, ideología u orientación política" para que le "ayuden a cumplir las responsabilidades" que asume. Tiene suerte de no encontrarse con un tiroteo y muertos caídos a la salida del aeropuerto, como es habitual.

En la barriada de chabolas contigua a la zona industrial, una mujer solloza frente a la ropa que tiene en venta entre montones de basura. "Uno de los muertos de ayer era su marido", explica un vecino. "Lo vengaremos", dice otro, golpeando la culata del revólver que sobresale del bolsillo de sus tejanos. Es un chimer , como los demás jóvenes que se acercan. "Que entren aquí los yanquis, si tienen huevos", desafía uno. Los más pacíficos prevén: "Aristide volverá".

El "secuestro"

Los abogados del derrocado gobernante inician querellas en EEUU y Francia contra los embajadores en Haití por "secuestro". Su defensor, Ira Kurzban, dice que a Jean-Bertrand Aristide y su esposa, Mildred Truillot, ciudadana estadounidense, se los llevaron "en un avión de EEUU". Y acusa al "número dos de la embajada, Luis Moreno, de actuar bajo órdenes del secretario de Estado adjunto para América Latina, Roger Noriega, el secretario de Estado, Colin Powell, y el secretario de Defensa, Donald Rumsfeld".

Powell jura que Aristide "dejó su casa y se fue al aeropuerto con sus guardaespaldas", que los marines sólo "los protegieron para que llegaran seguros al aeropuerto" y que "fueron sus guardaespaldas los que le dijeron que debía irse". Pero el abogado francés, Gilbert Collard, se pregunta: "¿Cómo un presidente de una nación libre, elegido democráticamente, puede dimitir fuera de las formas constitucionales, durante la noche, en manos de militares armados? ¿A eso se le llama una dimisión constitucional?". Y concluye: "Esa escena se llama secuestro". Un helicóptero sobrevuela vigilante. En la que llaman "la ciudad más bestia del mundo", todos tienen las armas amartilladas. Dos muertos más: un día tranquilo.