Fueron unos escasos minutos los que a media tarde de ayer devolvieron la esperanza a un pueblo con sobradas razones para haberla perdido. La opositora Aung San Suu Kyi paladeó al fin la libertad después de que expirara su enésimo arresto domiciliario. Hacía siete años y medio que los birmanos no veían el anguloso rostro de Suu Kyi, con esa serena belleza que da la dignidad. La Dama, como la conocen los birmanos, salió de su casa del lago de Rangún para saludar y agradecer su presencia a los miles de seguidores concentrados desde el día anterior. Con un traje tradicional y una flor en el cabello, saludando y sonriente, dijo en birmano que había llegado el momento "de trabajar todos juntos al unísono".

El griterío ensordecedor le impidió mucho más, así que citó a sus seguidores al discurso que ofrecerá hoy domingo en la sede de la Liga Nacional para la Democracia, su partido. Fue suficiente para demostrar que continuará su lucha. Ahora corresponde a la Junta Militar, que tiraniza al país desde 1962, revelar si permitirá margen de maniobra política a su archienemiga o si firmó su libertad condicionada al silencio.

Rangún, la antigua capital birmana, respiraba tensión desde que el viernes se supo que la Junta había firmado la libertad de Suu Kyi. Cuando los soldados abrieron las alambradas de su vivienda, el flujo de asistentes se disparó hasta los cinco mil, según las agencias. Muchos llevaban camisetas con su retrato.

El jolgorio contrastaba con la frialdad que rodeó la pantomima de elecciones de la semana pasada. A falta del escrutinio final, ha trascendido que el 80% de los votos pertenecen al Partido de la Unión, Solidaridad y el Desarrollo, formado en su mayoría por generales de la Junta que colgaron su uniforme en la víspera de las elecciones. Si se añade la cuarta parte de asientos que la ley reserva a los militares, el espacio para la discusión democrática se antoja muy escaso.

El escenario queda agravado por la atomización de los partidos democráticos. Las disensiones llegaron al partido de Suu Kyi, donde muchos se independizaron en una nueva formación para presentarse a las elecciones que su líder había boicoteado.

De Suu Kyi se espera que vuelva a unir a todos los sectores prodemocráticos y empuje las reformas políticas del país. Queda por ver el margen de maniobra que le permitirá la Junta Militar. No es descartable que ordene su arresto de nuevo.

En la cárcel siguen unos 2.100 presos políticos anónimos. El abogado de Suu Kyi ha anunciado que su primera tarea será ayudar a su partido a demostrar el fraude electoral.