En la rueda de prensa sobre la liberación de las enfermeras búlgaras, Nicolas Sarkozy se rodeó de su primer ministro, François Fillon, y de su ministro de Asuntos Exteriores, Bernard Kouchner. Ambos habían sido marginados en las negociaciones con Libia, protagonizadas por el secretario general del Elíseo, Claude Guéant, y por la mujer del presidente, Cécilia Sarkozy, cuya intervención es criticada por la oposición porque la Constitución francesa no otorga ningún papel a la primera dama. El socialista Pierre Moscovici declaró ayer que aceptaba su intervención si se trataba de un caso humanitario. "Pero si es un asunto político, se entra en un método diplomático que repruebo totalmente", dijo. El verde Noël Mamère fue más claro. Aseguró que Sarkozy había querido decir: "Vean, soy el mejor (...) y soy capaz de transformar a mi esposa en sustituta del ministro de Asuntos Exteriores".

Sarkozy defendió el papel de Cécilia, "muy destacable", dijo, y negó que practique "una nueva forma de diplomacia". Pero es la primera vez que pone en marcha una operación diplomática tan espectacular. Nada más tomar posesión, intentó la liberación en Colombia de la rehén de la guerrilla de las FARC Ingrid Betancourt.