El equipo del presidente de EEUU, George Bush, registró ayer otra baja, con la inesperada dimisión del director de la Agencia Central de Inteligencia (CIA), Porter Goss, tras menos de dos años en el cargo. "Su gestión al frente de la agencia ha sido de transición", explicó Bush al anunciar la marcha de Goss, que profundiza la reforma de su Gabinete iniciada por el mandatario para intentar frenar su grave pérdida de apoyo popular.

Goss, de 67 años, no figuraba entre los candidatos al cese o la dimisión en los círculos políticos de Washington. Pero numerosos rumores apuntaban a su insatisfacción por la pérdida de poder que supuso para la CIA el nombramiento el año pasado de un director nacional de espionaje --actualmente John Negroponte-- para coordinar como mando supremo las 16 agencias de espionaje de EEUU. Negroponte pasó a ejercer muchas de las tareas previas del director de la CIA, empezando por el informe diario de seguridad que se elabora para el presidente Bush.

Además, las relaciones de Goss con los veteranos de la agencia, particularmente en sus servicios secretos, eran tirantes, ya que se trajo un equipo de antiguos colaboradores del Congreso que no fueron bien recibidos en la CIA.

LA GUERRA DE IRAK El propio Goss, que sucedió a George Tenet, no ocultó sus dificultades para dirigir una agencia renqueante tras el impacto del 11-S y las críticas por los fallos de espionaje en los prolegómenos de la guerra de Irak.

En marzo del 2005 confesó en público que las demandas de su cargo eran demasiado para él, especialmente las 5 horas diarias que requería preparar el informe de seguridad del presidente.

"La CIA está en caída libre", denunció recientemente la representante demócrata por California, Jane Harman, quejándose de la marginación o despido de veteranos de la agencia bajo la gestión de Goss. Ayer, la versión del director saliente fue distinta: "Yo creo que la agencia está navegando bien", afirmó ante Bush. La salida de Goss se produce tras las dimisiones del portavoz presidencial, Scott McClellan, y del jefe de gabinete de la Casa Blanca, Andrew Card, además de la reasignación a planificación electoral del principal asesor de Bush, Karl Rove.

Mientras, la popularidad de Bush está bajo mínimos. Un sondeo del Instituto Ipsos, publicado ayer, sitúa su cuota de aceptación en el 33%. El descontento llega a las bases conservadoras: un 45% de este electorado desaprueba la gestión de Bush.