La política exterior de Irán está marcada por el desafío nuclear, su apoyo al grupo palestino Hamás y al libanés Hizbolá y la beligerancia con Israel. Sometida durante largos años al colonialismo, primero, y a los dictados de EEUU después a través de la dictadura de la familia Pahlevi, explica ese afán por no tolerar más imposiciones desde el exterior. Es por eso también que la mayoría de los iranís cierran filas en torno al dosier nuclear.

El último paquete de sanciones contra Irán a cuenta de su programa nuclear, aprobado el pasado miércoles por el Consejo de Seguridad de la ONU --con los únicos votos en contra de Turquía y Brasil--, ha subrayado que Ahmadineyad y los suyos están cada día más solos. El líder iraní criticó ayer en Shanghái la resolución. "Cinco miembros permanentes del Consejo tienen armas nucleares. Quieren monopolizar la ener- gía nuclear, así que usan cualquier excusa para evitar que otros la desarrollen", dijo.

SOMBRA Pero para Occidente, la amenaza iraní no se limita a lo que pueda ocultar, sino la sombra que proyecta como país chií en Oriente Próximo. Su influencia inquieta a las ricas monarquías del Golfo Pérsico, dominadas por los sunís pero que albergan a díscolas minorías chiís, como Arabia Saudí que, junto a Egipto y Jordania, es la gran aliada de EEUU en la región. Tampoco gusta a Washington el peso de Teherán en Irak.