Los ecuatorianos elegían ayer a su nuevo presidente en una atmósfera de apatía, abrumados en su mayoría por un viejo temor: piensan que el ganador de la contienda, que surgirá seguramente de una segunda vuelta el 26 de noviembre, no podrá detener el deslizamiento del país por el tobogán de las frustraciones.

Las encuestas de última hora auguraban un ballotage (segunda vuelta) entre el economista Rafael Correa, de la Alianza País (izquierdas), la sorpresa de esta contienda, y el magnate platanero Alvaro Noboa quien, al frente de la agrupación conservadora PRIAM, busca por tercera vez llegar al poder. El socialdemócrata León Roldós, tercero en las preferencias, no perdía la ilusión de pasar al segundo turno.

Ecuador es un país fracturado en lo social y regional. Costa y sierra son mundos tan distintos como enfrentados. Pero esa enconada línea divisoria se traza también entre el acotado mundo de la prosperidad y el 60% de personas sumidas en la pobreza; entre "blancos", mulatos e indios. "Si hay aquí una palabra esotérica, esa es consenso", dijo un analista político.

OFRECER DE TODO Los 13 candidatos en carrera han ofrecido de todo en campaña. Unos apelaron al poder de su dinero --Noboa no se cansó de regalar billetes--; otros, a las soluciones providenciales o la esperanza que despierta el comenzar otra vez todo desde cero. Correa quiere una Asamblea Constituyente "fundacional" --la quinta en décadas-- que contemple a las mayorías. Sus adversarios no solo le recuerdan las prescripciones legales que dificultan ese proyecto. "Correa huele a Hugo Chávez", dice un empresario. Para complacer al poder económico, Noboa anunció ayer mismo que, en caso de llegar a la presidencia, "no habrá relaciones" con el Gobierno de Venezuela.

El fantasma del peligro chavista no parece tener aquí la misma fuerza intimidatoria que en otros países. Para Alejandra, una costurera de 30 años que votó en el colegio San Antonio de Padua del barrio San Roque, uno de los más populares del sur de Quito, el problema no es la ideología. "Correa es guapo y Noboa me cae chancho mal", dijo.

ORDEÑAR EN LA CALLE Pero en el barrio La Magdalena, donde todavía se ordeñan en las calles burras y cabras, la figura del magnate tenía sus seguidores. "Es millonario, ya no necesita robar más", opinó Giovani, vendedor callejero. "Yo voy por Roldós: los demás que se pudran", dijo el pintor Jonhy Romero.

"Y yo por Lucio", terció Leonor Mariscal, cuidadora de niños. Su hermana, que votó nulo, le recordó que Lucio Gutiérrez cayó en abril del 2005 y que es su hermano, Gilmar, el actual candidato de la Sociedad Patriótica.

En el centro, cerca de la catedral, una mujer optó por Correa por su "oposición cristiana" al aborto. Y una estudiante de la Universidad de San Francisco --la más cara-- estaba tentada de juntar la papeleta de Noboa con una foto de Susan Sarandon --la actriz "progresista" de Hollywood de quien dice ser amiga-- como rechazo a la "partidocracia".

El aspirante de Alianza País pidió la retirada del jefe de la misión de la Organización de Estados Americanos (OEA), el excanciller argentino Rafael Bielsa, por inmiscuirse en la campaña. Bielsa negó haber calificado al candidato Correa de populista de izquierdas.

La normalidad de la jornada solo se vio perturbada en Quito durante unos segundos. Dos seísmos, el primero de 4,1 grados de magnitud en la escala Richter, estremecieron casas y edificios mientras la gente votaba.

No faltaron quienes sintieron esos movimientos telúricos como malos presagios de otro orden. Muchos se preguntaban cómo hará Correa, en caso de ser mandatario, para llevar adelante su proyecto, pasando por alto a un Congreso en el que no presenta candidatos. Otros dudaban de que Noboa pueda prolongar el experimento neoliberal de este castigado país. Las soluciones son tan difusas como las densas nubes que ayer envolvían a esta ciudad ecuatoriana.