«Si empiezan a enfermar los terapeutas, ¿quién atiende la terapia intensiva?». Marina Anido, una médica del Hospital Argerich de la ciudad de Buenos Aires, sabe la respuesta de antemano y por eso advierte: «Cuando el recurso humano falte, empezará a aumentar la letalidad». El avance de la pandemia tiene un impacto indeleble en el sistema sanitario: han muerto dos trabajadores del sector cada día. Otros 17.000 se han contagiado en todo el país, según la Asociación de Trabajadores del Estado (ATE).

Hace unos días, el sindicato lanzó globos negros en homenaje a un enfermero del hospital Durand, también de la capital, que perdió la vida a los 45 años. Los globos volvieron a soltarse después de que muriera una enfermera, Virginia Viravica, de 61 años y con diabetes. «Trabajaba horas extras por 70 pesos (60 centavos de euro) la hora porque no le alcanzaba el salario», recordaron sus compañeros. «No sólo mata el coronavirus sino la falta de personal, el cansancio y el estrés», aseguró la ATE y cargó las culpas a la alcaldía capitalina.

Las noches de aplausos a los médicos han terminado hace bastante. «Hoy muchos enfrentan situaciones de discriminación por el trabajo que hacen. Debemos convivir a diario con el miedo a contagiar a nuestros seres queridos. Se trata de una realidad adversa que merece la atención tanto de las autoridades nacionales como de los directivos de instituciones sanitarias y de la población», dijo el presidente de la Fundación Cardiológica Argentina (FCA), Jorge Tartaglione.

El dramatismo en los hospitales convive a veces con la ligereza mediática frente a los rigores de la cuarentena. La presentadora televisiva Viviana Canosa bebió despreocupada dióxido de cloro, un compuesto químico promocionado en internet como supuesta cura del covid-19.

Canosa fue denunciada penalmente por su ingesta porque un niño de 5 años de la localidad de Plottier falleció después de que su familia le suministrara esa misma sustancia. H