Un tímido aplauso recibió a Donald Trump en el debate la Asamblea General de Naciones Unidas ayer y no tardó en quedar clara la razón de la tibia recepción. En su primera intervención ante el foro global donde suele subrayarse el papel de la diplomacia, el presidente de Estados Unidos aseguró que si su país es forzado a defenderse a sí mismo o a sus aliados de la amenaza nuclear del régimen de Kim Jong Un, «no nos quedará más opción que destruir totalmente Corea del Norte».

La belicosa declaración de Trump llegó poco después de que el secretario general de la ONU, Antonio Guterres, advirtiera al inaugurar la sesión de que en la escalada de tensión causada por las «provocaciones» de Corea del Norte «la retórica exaltada puede llevar a malentendidos fatales». Pero es una advertencia que no parece haber escuchado Trump, que volviendo a usar un despectivo apodo que ya puso a Kim en Twitter dijo que «Rocket man (hombre-cohete) está en misión suicida».

El Trump acostumbrado a explayarse provocadoramente en las redes apareció así en ese podio escenario de mármol ante el que esta semana se sientan representantes de más de 150 naciones, muchos de los cuales se han mostrado estos días expectantes de ver si encontraban a un Trump constructivo. Pero lo que han visto ha sido otro de sus ejercicios de Dr. Jekyll y Mr. Hyde, porque a la vez que amenaza con la destrucción unilateral de otro país aplaude a la ONU por unirse para imponer sanciones contra Pionyang.

Su doble cara también la han visto Rusia y China. Trump ha aplaudido a los dos países por apoyar esos castigos en el Consejo de Seguridad, pero les ha criticado, aunque fuera sin nombrarlos, por mantener lazos con Corea del Norte. «Es indignante que algunas naciones no solo comercien con tal régimen sino que armen y apoyen financieramente a un país que pone en peligro al mundo», dijo.

Como se había anticipado, la intervención de Trump estuvo también marcada por la filosofía de nacionalismo y proteccionismo, no solo económico, que hizo su seña de campaña, le llevó hasta la presidencia y ha guiado sus primeros meses de mandato. El «América primero» ha sonado en la sede de la ONU de Nueva York, en un discurso construido sobre el eje de la «soberanía nacional».

«América primero» / «Como presidente de Estados Unidos siempre pondré América primero, igual que ustedes deben poner siempre sus países primero», dijo, provocando uno de los pocos aplausos escuchados durante su intervención, todos prácticamente igual de tímidos que el primero. La idea que promovió es que solo «naciones fuertes» que protegen sus derechos y valores y priorizan a sus ciudadanos pueden unirse luego en un organismo global. La idea de la intervención humanitaria, del multilateralismo para enfrentar retos globales, pasa a un segundo plano con Trump.

Dice tanto de Trump lo dicho como lo callado. Mientras las cámaras de la ONU se fijaban en un satisfecho Binyamin Netanyahu, Trump lanzaba un duro ataque contra el régimen de Irán. Dejaba caer que puede retirarse del acuerdo que firmó su predecesor, Barack Obama, para frenar el programa nuclear de Teherán, que definió de «vergonzoso». «No han oído la última palabra», declaró amenazante. No hubo, en cambio, ni una mención sobre el cambio climático.

La inmigración tampoco tuvo cabida en el discurso, trazado en buena parte por la pluma de Stephen Miller, uno de sus asistentes en la Casa Blanca que defienden la línea dura en ese terreno. Y cuando habló de refugiados, Trump, que ha propuesto un veto a su entrada y que intenta rebajar sus cuotas, aseguró que EEUU es «una nación compasiva». Ante la ONU trató de usar una lógica económica a su polémica propuesta. «Por el coste de refugiar a una persona en EEUU podemos asistir a 10 que se quedan en la región», explicó.

Trump habló bastante de Venezuela, uno de los países que, en sus palabras, se «están yendo al infierno», y criticó duramente al «régimen fallido» de Nicolás Maduro. No tuvo en cambio nada que decir de la persecución que enfrentan los musulmanes rohinyas en Birmania o de la deriva autoritaria e intervencionista de Rusia.

Por su parte, Emmanuel Macron consideró ante la Asamblea un «gran error» denunciar el acuerdo nuclear de las potencias internacionales con Irán sin ofrecer una alternativa. El presidente francés insistió en que el acuerdo es «sólido» y «esencial para la paz» y aseguró que no respetarlo sería «irresponsable». Macron advirtió asimismo del riesgo de una «espiral infernal» si el pacto se rompe.