El apoyo de Estados Unidos a la democracia y los derechos humanos nunca fue consistente. Cuesta encontrar un presidente que no los utilizara de forma selectiva, ignorando los abusos de sus aliados y blandiéndolos agresivamente cuando los atropellos partían de sus enemigos. Con Donald Trump en la Casa Blanca ese patrón se ha mantenido: la diferencia es que el republicano no intenta disimular.

En la crisis de Hong Kong, el líder estadounidense ha obviado las reivindicaciones de fondo de los manifestantes para expresar toda su confianza en la capacidad del presidente chino para resolver la crisis. Una postura que ha dividido a su Administración y ha sido interpretada por sus críticos como una suerte de carta blanca al Gobierno chino.

«Conozco muy bien al presidente Xi (Jinping) de China. Es un gran líder que goza de un enorme respecto de su pueblo. Es un buen hombre enfrentado a un asunto difícil», escribió ayer Trump en un tuit. «No tengo ninguna duda de que si quiere resolver rápida y humanamente el problema, puede hacerlo».

LEY DE EXTRADICIÓN / El magnate se no se privó de ofrecer recomendaciones a Xi , al que instó a reunirse con los líderes de las protestas en Hong Kong, las más serias desde que Londres transfirió su soberanía a Pekín en 1997. «No hay duda de que serviría para acabar con el problema de forma feliz e ilustrada».

Las masivas movilizaciones comenzaron a principios de junio, después de que el Gobierno autónomo de la excolonia británica introdujera una ley para extraditar potencialmente a los imputados de algún crímen a China y otros países con los que no tiene tratados de extradición. Pekín ha acusado a Washington de estar detrás de los manifestantes, después de que el vicepresidente Mike Pence o el secretario Mike Pompeo mantuvieran contactos con estudiantes y líderes del movimiento.

Trump mantiene una relación ambivalente con China, anclada por un lado en su buena sintonía personal con Xi, al que dedica frecuentes palabras de admiración, y por otro, en sus constantes críticas al país, al que acusa de casi todos los males económicos de EEUU. Esa tensión ha derivado en una cruenta guerra comercial que comenzó hace más de un año y está teniendo serias repercusiones en la economía mundial, así como en los dos países implicados. Ambos gobiernos han fijado para septiembre la próxima cita para seguir renegociando la relación comercial, un largo proceso que no ha dado hasta ahora frutos. Y todo sugiere que el presidente Trump ve en el conflicto de Hong Kong una distracción que dificulta sus planes para alcanzar un acuerdo.