Lahore, la segunda ciudad más poblada de Pakistán y capital de la principal provincia del país, el Punjab, fue sacudida ayer de nuevo por una oleada de atentados suicidas que dejaron tras de sí un reguero de al menos 45 fallecidos, la inmensa mayoría de ellos civiles. En un momento en que las autoridades paquistanís se empeñan en subrayar ante la opinión pública sus éxitos frente a la insurgencia yihadista, las tres explosiones de ayer buscaban ante todo desmentir esa supuesta mejoría en la seguridad del país centroasiático.

Según el jefe de la policía local, Tariq Salim Dogar, dos suicidas que iban a pie hicieron explotar sus respectivas cargas explosivas en un intervalo de entre 15 y 20 segundos en un barrio militar. Los autores se acercaron a vehículos militares e hicieron detonar sus bombas muy cerca de un mercado muy frecuentado. En ese momento, los viandantes se dirigían a las mezquitas para la plegaria del viernes.

Entre las víctimas había al menos nueve soldados, mientras que la cifra de heridos superaba el centenar. Horas más tarde, un tercer estallido en la colonia Allama Iqbal hizo estremecerse a los habitantes de Lahore, aunque anoche no estaba claro si se había debido a un atentado o a otras causas.

Se trata del quinto ataque con explosivos que padece el país en una semana, entre ellos un atentado con coche bomba contra una sede de la inteligencia policial, también en Lahore, y un tiroteo seguido de una explosión en la sede de una oenegé basada en EEUU, en el noroeste.

Kamran Bokhari, director para el sur de Asia de la consultoría de seguridad Stratford, afirmó que los ataques no fueron tan elaborados como otros anteriores y que la cadena de atentados de los talibanes no era una sorpresa. "Esta nueva oleada era esperada, ya que están bajo presión para demostrar que, pese a los importantes golpes que han recibido, mantienen una capacidad operativa", afirmó.

BASES ELIMINADAS Pese a que las bases talibanes han sido aplastadas en ofensivas gubernamentales contra sus reductos en Waziristán del Sur, los insurgentes han demostrado en el pasado su capacidad para esconderse en las zonas más inaccesibles. "Su red no ha resultado dañada sustancialmente y son capaces aún de golpear", apuntó el analista Jadim Husain.

La nueva oleada de atentados de los insurgentes talibanes renovará la presión sobre el impopular presidente del país, Asif Alí Zardari, para que ceda parte de sus atribuciones al primer ministro. Si ello no sucede, Pakistán podría verse envuelto de nuevo en un torbellino de inestabilidad política.