Para algunos, una frontera no es más que una raya en un mapa, un juego consistente en poner una pierna a cada lado y soñar con el don de la ubicuidad. Para otros, una frontera es una oportunidad, un puente, una promesa, otro futuro. Y para otro tipo de gente, una frontera es una amenaza, un muro, una alambrada, unos furtivos atrapados en las cámaras de seguridad.

"Mi hija cumple 15 años. El sábado, celebrará la fiesta de las quinceañeras con la familia en Ciudad Juárez. El domingo, el sweet little sixteen en El Paso", explica José Manuel de la Rosa, decano de la Universidad de Tejas. El suyo no es un caso único en El Paso (Tejas), una ciudad que vive tan conectada a Ciudad Juárez (México) que una y otra se difuminan. De la Rosa es un estadounidense de origen hispano que vive el sueño de la ubicuidad: una pierna en Ciudad Juárez, otra pierna en El Paso. "Vivir en esta zona es tener lo mejor de los dos mundos. Tres de mis hijos van a la escuela en El Paso y la familia vive en Juárez", dice Jorge Ruiz, mexicano, presidente de la organización empresarial Desarrollo Económico de Ciudad Juárez.

´La frontera nos cruzó´

Nosotros cruzamos la frontera; la frontera nos cruzó a nosotros es uno de los lemas de la comunidad hispana en EEUU. En pocos lugares es tan evidente como en la zona que forman a ambos lados del Río Grande El Paso y Ciudad Juárez. Juntas tienen una población de 2,6 millones de personas. En el 2006, el comercio legal supuso 34.000 millones de euros. Por los cinco puentes que forman la frontera legal cruzan a diario 42.648 coches, 2.122 camiones y 20.547 personas a pie. El resultado: el 80% de la población de El Paso es hispana.

"En el 2020, los hispanos serán mayoría demográfica en Tejas. El Paso hoy representa el futuro de EEUU. Del 2010 al 2050, se calcula que la población hispana en el país crecerá en un 187%", explica Bob Cook, presidente de la Corporación de Desarrollo Económico de El Paso. Este organismo, junto a otras organizaciones como la universidad, el ayuntamiento, el estado, y sus socios mexicanos (el grupo de empresarios que preside Ruiz, la Secretaría de Desarrollo Industrial del Estado de Chihuahua-) trabajan conjuntamente para impulsar la economía de la región a ambos lados de la frontera con proyectos punteros, sobre todo en el ámbito de la investigación y la salud. "La cooperación es muy buena en términos de seguridad, comercio, turismo, cultura y medio ambiente", afirma Laura Dogu, vicecónsul de EEUU en Ciudad Juárez, cuyos hijos, por cierto, viven en México y estudian en EEUU.

De escucharles solo a ellos, se creería que la relación entre El Paso y Ciudad Juárez es idílica. ¿Por qué, pues, hay 2.200 agentes de la policía de inmigración patrullando la frontera? ¿Por qué hay un triple sistema de vallas, sensores, focos y patrullas permanentes? ¿Por qué la Casa Blanca y el Congreso quieren construir un muro no solo en El Paso, sino en gran parte de la frontera entre EEUU y México, en esos más de 3.200 kilómetros de desierto y montañas? "EEUU tiene derecho a controlar la inmigración. Un muro es feo, pero tienen derecho", dice Ruiz, pensando en los 14 millones de emigrantes sin papeles que viven en este momento en EEUU. "No es solo por la inmigración ilegal, sino por el terrorismo", matiza Dogu.

Abierta las 24 horas

"¿Casos de terrorismo? En los seis meses que llevo aquí, ninguno", dice Patricia Aveitia, directora adjunta de la frontera de El Paso de la Agencia de Aduanas y Protección Fronteriza de EEUU. Aveitia inspecciona una de las fronteras más transitadas del mundo, abierta las 24 horas, y en la que solo en el 2006 se arrestaron a 2.931 personas. ¿Los delitos? De todo tipo: trata de personas, narcotráfico, intentar entrar en el país con documentos falsos, ropa falsificada... Por esa frontera no se puede pasar una larga lista de productos alimenticios (desde manzanas hasta embutidos) pero en cambio los ciudadanos de EEUU solo necesitan una receta de su médico para regresar a El Paso con las medicinas compradas mucho más baratas en México.

El Paso y Ciudad Juárez serían solo una ciudad si no fuera por el Río Grande. Hay escasa diferencia estética entre la una y la otra. ¿El idioma? Los mismos: español e inglés. ¿La radio que suena en los mercados? Mexicana. ¿La ropa que se vende? Chándals de la selección mexicana y falsificaciones de las camisetas de la NBA. ¿La música? Los narcocorridos . Eso sí, en Ciudad Juárez el salario mínimo es de 3,5 euros al día. En EEUU, de 7 euros la hora.

"Hay algunos ilegales que me han llamado traidor cuando los he apresado. Yo tengo familia en México, pero ya no tengo ningún vínculo con ese país. Para mí es un orgullo servir a mi patria, EEUU". El agente de la policía de fronteras Martín Hernández no exagera ni un ápice: se le ve orgulloso mientras explica cómo él y sus colegas --la gran mayoría, de origen mexicano-- juegan al gato y al ratón con los centenares de personas --la gran mayoría, mexicanos-- que a diario tratan de entrar ilegalmente en el país o de traficar con droga.

Según Hernández, cruzar la frontera con la mafia cuesta unos 1.000 euros si el objetivo es quedarse en El Paso. Para entrar personas o mercancías ilegales hay que vadear el río, saltar tres vallas, cruzar un canal de hasta once metros de profundidad y esquivar el dispositivo tecnológico fronterizo.

Los estadounidenses, además de cruzar la frontera para conseguir medicamentos más baratos, viajan hasta México para acudir al dentista. Es comprensible: las fundas de porcelana que en Tejas cuestan 1.100 euros, en México salen por 248.

En el sentido inverso, los mexicanos acuden a El Paso en busca de tratamientos para enfermedades como el cáncer o para dar a luz. Si lo consiguen, el bebé es estadounidense. "Tenemos muchos casos de partos en la terminal", afirma la agente de aduanas Avitia.

Cerca de donde trabaja ella, a orillas del río, hay un rincón en el que la frontera está marcada solo por un sendero de piedras. ¡Qué tentación, poner un pie en cada lado del mapa, y soñar con ser ubicuo!