En un nuevo intento por aumentar la presión sobre Irán, EEUU ha anunciado un paquete unilateral de sanciones económicas y financieras contra Teherán con el que pretende, por primera vez en su historia, castigar a las fuerzas armadas de otro país, acusando a la Guardia Revolucionaria iraní y a su cuerpo de élite Quds de apoyar el terrorismo.

A partir de ahora ninguna institución estadounidense podrá hacer negocios con las entidades o individuos nombrados en las sanciones. Y aunque los lazos económicos entre ambos países son casi inexistentes, el Gobierno de Bush apuesta por la presión psicológica, pidiendo a otras naciones y empresas que no negocien con la Guardia Revolucionaria, nueve empresarios, el Ministerio de Defensa, la logística de las fuerzas armadas y tres bancos iranís: Melli, Mellat y Saderat. Los dos primeros bancos están acusados de financiar el programa nuclear iraní y el tercero, de sufragar actividades terroristas.

Para EEUU, la financiación de la Guardia Revolucionaria, una gran baza de poder para el presidente iraní, Mahmud Ahmadineyad, forma parte de la economía del país. EEUU acusa a miembros de la Guardia Revolucionaria de armar a las milicias chiís en Irak para atentar contra militares de EEUU, un extremo que Teherán niega.