Estados Unidos se prepara para mover ficha en Siria. Ayer, dos meses después de actuar con extrema cautela ante las primeras informaciones internacionales de que el régimen de Bashar el Asad había usado armas químicas contra los rebeldes en Siria, la Administración de Barack Obama aseguró por primera vez que tiene comprobado ese uso, que el presidente había marcado como una «línea roja».

En concreto, el asesor de seguridad nacional, Ben Rhodes, declaró que la comunidad de espionaje estadounidense ha comprobado el uso «a pequeña escala contra la oposición múltiples veces en el último año de armas químicas, incluyendo el agente nervioso gas sarín». Al menos entre 100 y 150 personas han muerto por esos ataques, según Rhodes, que insistió en que el régimen de Asad tiene el control de las armas químicas y dijo no tener ningún informe creíble que también coloque esas armas en manos de la oposición.

Los pasos que llegarán tras la declaración están aún por ver. La Administración sigue profundamente dividida sobre cómo actuar, con el Departamento de Estado reclamando una intervención militar contundente y el círculo más cercano a Obama en la Casa Blanca mostrando más cautela. Y aunque Rhodes ayer reiteró en varias ocasiones que el presidente «ya ha tomado la decisión de incrementar el apoyo a la oposición, y eso incluye apoyo directo al Consejo Militar Supremo sirio y apoyo militar», se negó a detallar exactamente si se armará a los rebeldes o cómo se prestará ese apoyo. Lo que pareció alejar más fue la posibilidad de establecer una zona de exclusión aérea.

CONSULTA INTERNACIONAL / La estrategia de Estads Unidos, según Rhodes, pasa ahora por informar y consultar al Congreso estadounidense y por colaborar con los aliados internacionales y con las Naciones Unidas. Justo ayer, la ONU había presentado en Ginebra un informe que cifra en al menos 93.000 las víctimas mortales del conflicto sirio, y eso incluye únicamente a las víctimas identificadas.

Con el anuncio de ayer, Obama también ha dado un giro a su agenda política doméstica e internacional. Aleja el escándalo por sus programas de espionaje, puede responder a críticas de inacción en Siria como las que esta semana le había hecho el expresidente Bill Clinton y ha subido el conflicto a lo más alto de la agenda de la reunión la semana que viene del G-8 en Irlanda. Allí, Obama tendrá ocasión de verse personalmente con el presidente ruso, Vladímir Putin, al que se informó ayer de las conclusiones sobre armas químicas antes de anunciarlas públicamente.