El general Anthony Cucolo lo tiene clarísimo. Ante los planes de retirada de Irak anunciados por la Casa Blanca debe lidiar con una reducción de sus fuerzas. Y con los tiempos que corren necesita disponibles a todos los efectivos de la división que dirige en el norte del país. Por eso no está dispuesto a perder a ninguno, ni siquiera a las soldados que se queden embarazadas mientras estén destacadas en el frente.

Hasta ahora, las mujeres en el Ejército estadounidense que descubrían que iban a recibir la visita de la cigüeña en nueve meses podían volver a casa dos semanas después de comunicárselo a sus superiores. Sin embargo, desde noviembre pasado, las militares de este regimiento en el norte de Irak se enfrentan nada más y nada menos que a un consejo de guerra y a posibles penas de cárcel si se quedan encinta.

Así consta en la lista de comportamientos susceptibles de ser juzgados ante un tribunal de guerra. A tenor de sus palabras, parecería que el general Cucolo se enfrenta a una epidemia de embarazos en su regimiento, pero desde que la normativa entró en vigor el pasado 4 de noviembre se han conocido cuatro casos. Por ahora el castigo ha consistido en una reprimenda.

La amonestación es tanto para ellas como para ellos, porque quien pretenda plantear este asunto como una nueva forma de discriminación en el Ejército lo va a tener complicado, ya que la medida afecta por igual a ambos. Es más, ni siquiera importa que se trate de un descuido en una relación esporádica o que los dos militares estén casados.

En la actualidad, unos 22.000 soldados se encuentran desplegados bajo el mando del general Cucolo en la región de Kirkuk, Tikrit y Mosul, de los cuales 1.682 son mujeres. "Tengo que mantener unida a mi fuerza de combate y mis mujeres soldados son imprescindibles", insiste Cucolo, que asegura que su intención no es otra que recordar a las tropas el motivo por el que están destacadas en el frente.