Al menos 54 iraquís murieron en la batalla que enfrentó el domingo a las fuerzas estadounidenses y los supuestos fedayines en la ciudad de Samarra, a unos 130 kilómetros al norte de Bagdad. Este recuento de víctimas fue facilitado ayer por portavoces militares estadounidenses (que elevaron así su estimación inicial de 46 fallecidos), sin precisar si los muertos eran todos guerrilleros o si había civiles. Fuentes hospitalarias de la ciudad sin embargo sólo dieron cuenta de ocho víctimas mortales, todos civiles, y más de 60 heridos, también civiles.

El enfrentamiento, en pleno casco urbano de Samarra, duró al menos una hora y constituyó el combate de mayor envergadura desde el fin de la guerra. La batalla campal se inició cuando los insurgentes tendieron una emboscada a dos convoyes con escolta militar que, según reveló ayer el coronel norteamericano Frederick Rudesheim, iban a entregar fajos de billetes del nuevo dinar a dos bancos locales. El militar no reveló cuánto dinero transportaban los vehículos atacados, pero dijo que era "una cantidad importante".

EMBOSCADA Según Rudesheim, la emboscada "estaba coordinada" y tenía por objeto apropiarse del dinero. Los soldados estadounidenses replicaron con toda la capacidad de fuego que tenían a su disposición. Según el Ejército estadounidense, algunos de los insurgentes vestían el uniforme de los fedayin, la milicia del derrocado líder Sadam Husein.

Samarra se encuentra en el corazón del denominado triángulo suní, donde el apoyo al antiguo régimen era mayor y donde se producen muchos de los ataques de la resistencia. Entre los militares de EEUU no se produjeron bajas mortales, aunque cinco soldados resultaron heridos, uno de gravedad. La indignación de la población local era ayer absoluta. Aunque nadie niega que se produjo la emboscada, los habitantes acusan a las tropas norteamericanas de haber respondido de forma desproporcionada e indiscriminada.

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DEVASTADOR El aspecto devastador que presentaba ayer Samarra ilustra la magnitud de la confrontación: edificios acribillados a balazos, amasijos de coches quemados... incluso una mezquita sufrió desperfectos. Según algunos testigos, los insurgentes habían tomado posiciones en algunos tejados. Rudesheim admitió que la respuesta al ataque fue contundente, pero negó que hubiera sido indiscriminada. "Continuaremos luchando contra el enemigo. Pero nosotros no disparamos de forma ciega; replicamos a quienes nos atacan".

En este marco, la senadora Hillary Clinton visitó Irak y se mostró partidaria de enviar más soldados. Además apremió a la Administración de Bush para que otorgue un mayor papel a la ONU en la reconstrucción.