Ayer a las 12 de mediodía, en Washington, Barack Obama se puso ante las cámaras y proclamó: «Hoy, Estados Unidos anuncia que cambia su relación con el pueblo de Cuba (...) EEUU elige liberarse de las cadenas del pasado para buscar un futuro mejor». A la misma hora, en La Habana, Raúl Castro se dirigía a la nación cubana en una intervención también televisada: «Es posible encontrar solución a muchos problemas. Debemos aprender el arte de convivir, de forma civilizada, con nuestras diferencias».

Con los discursos que incluyeron esas frases, distintos pero unidos en el mismo mensaje, los líderes de Estados Unidos y Cuba abrían una nueva era, acordando el restablecimiento de las relaciones diplomáticas tras casi 52 años de incomunicación y enfrentamiento. A la vista, en un horizonte de esperanza, está el cierre de uno de los capítulos inconclusos de la guerra fría y la solución a una de las relaciones bilaterales más tóxicas de la historia reciente.

Negociaciones y gestos

Esta nueva etapa llega tras 18 meses de negociaciones secretas que culminaron con una llamada el martes de cerca de una hora entre Obama y Castro, la única de los líderes de los dos países desde el triunfo de la revolución cubana en 1959. Ahí se dieron los últimos detalles al gesto que ha posibilitado la nueva relación: la liberación por parte de Cuba «por razones humanitarias» de Alan Gross (un contratista estadounidense encarcelado en la isla desde el 2009) y un intercambio de presos entre dos países (en la isla se liberó a un cubano que espió para EEUU y llevaba casi 20 años en la cárcel y en EEUU se hizo lo mismo con tres cubanos condenados en 2001 por espionaje).

La nueva relación arrancará inmediatamente con el restablecimiento del diálogo diplomático directo y con negociaciones para abrir lo antes posible una embajada estadounidense en La Habana y una cubana en Washington. Obama anunció también que acabará, mediante el uso del poder ejecutivo, con algunas restricciones de viaje, comercio y finanzas. Lo que no pudo prometer es el levantamiento del embargo a Cuba, que depende del Congreso, y aunque aseguró que pedirá «un debate honesto y serio» sobre su fin ayer mismo topó ya con el rechazo de muchos republicanos, que a partir de enero tomarán el control de las dos cámaras.

El legado de Obama

El paso histórico dado por Obama apunta también a otro capítulo en su propio legado. Sin que se hayan producido cambios realmente significativos en la posición cubana, ha hecho lo que ninguno de sus antecesores quisieron hacer (aunque Bill Clinton haya recordado recientemente que lo intentó). Y en ese capítulo entrará un discurso en el que el actual presidente de EEUU no huyó de la autocrítica a la política que se ha dictado desde el Despacho Oval en las cinco décadas transcurridas desde que en 1959 triunfó la revolución cubana liderada por Fidel Castro y, dos años después, Washington cortó los lazos diplomáticos con La Habana.

Obama dijo, por ejemplo, que «estos 50 años han demostrado que el aislamiento no ha funcionado» y proclamó que «es hora de un nuevo enfoque» en vez del actual, «obsoleto». Recordó, asimismo, que aunque los pasos dados hasta ahora estaban «enraizados en las mejores intenciones», EEUU se ha quedado solo en su política de aislamiento y las sanciones «han tenido poco efecto más allá de dar argumentos al Gobierno cubano para las restricciones a su pueblo. Ni el pueblo estadounidense ni el cubano -aseguró- se benefician de una política rígida que tiene sus raíces en acontecimientos que sucedieron antes de que muchos de nosotros naciéramos» y puso como ejemplo China y Vietnam, regímenes comunistas con los que se mantienen relaciones diplomáticas.

Desde Cuba, Castro recordó que los dos países mantienen «profundas diferencias, fundamentalmente en materia de soberanía nacional, democracia, derechos humanos y política exterior», pero aun eso lo puso en perspectiva positiva: «Reafirmo nuestra voluntad de dialogar sobre todos esos temas».

Obama, en español

Obama aprovechó su discurso también para lanzar un mensaje a los cubanos, especialmente a los que miran con recelo al vecino del norte por la historia de los últimos 50 años. Citando a José Martí («la libertad es el derecho de cada hombre de ser honesto») asumió que «nunca se podrá borrar la historia entre nosotros pero creemos que se debe poder de vivir con dignidad y autodeterminación». A continuación, usó en español un dicho común en la isla: «No es fácil». También en español pronunció otra frase: «Todos somos americanos». De una América, si no nueva, distinta a la de la últimas cinco décadas.