La diplomacia estadounidense trabaja con la perspectiva de que, finalmente, ni Rusia ni China emplearán su derecho de veto en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas para frenar la segunda resolución con la que se autorizará la intervención militar contra Sadam Husein.

Tan convencida está la Casa Blanca de que la batalla diplomática la van a ganar y de que incluso la guerra está ganada, que el presidente George Bush ya ha dibujado las líneas maestras de un futuro planisferio en el que no cabe el líder iraquí. Y eso que el presidente ruso, Vladimir Putin, insistió ayer en que no respaldará una resolución que desencadene automáticamente la guerra.

Esta pasada madrugada, Bush tenía previsto "presentar el plan global para la paz y el desarme en la región (del Golfo)", según adelantó el portavoz de la Casa Blanca, Ari Fleischer. Un plan que enumera los riesgos que entraña Sadam para la seguridad del pueblo iraquí y trae a colación "el impacto que tendrá sobre el conflicto árabe-israelí el hecho de aportar paz y estabilidad a Irak". "Un nuevo Irak hará más fácil lograr la paz", remachó. Un guiño innegable hacia las petromonarquías del Golfo que temen, tanto como esperan, la intervención militar.

EL FUTURO MUSULMAN

Con este plan, la Administración de Bush ya ha empezado a vender los réditos de la posguerra, al presentarla como la panacea para la paz mundial. Este breviario del presidente Bush pone el énfasis en "la batalla por el futuro del mundo musulmán", un remedo de nueva cruzada contra los infieles. Pero el combate, alertan en la Casa Blanca, será mucho más largo que las hostilidades en Irak y supondrá "un paso significativo" para implantar el cambio democrático en el mundo árabe.

La inminencia de la guerra como prólogo del nuevo mundo se dejó sentir, diáfana, en la intención del Gobierno de EEUU de pedir fondos adicionales por valor de 95.000 millones de euros (casi 16 billones de pesetas) para hacer frente al esfuerzo bélico.

Con el mapamundi de Bush en las manos, la diplomacia estadounidense empeñó sus esfuerzos en hacer acopio de aliados. Desde Moscú, un alto funcionario, para resquebrajar voluntades entre los miembros más débiles del Consejo de Seguridad, dijo que no contaban "con un veto chino". "Lo más probable es que se abstengan", vaticinó, para rematar que Washington confía en que "tampoco habrá veto ruso".

DOS SEMANAS PARA PRESIONAR

Para doblegar a los más correosos, el Gobierno de Estados Unidos dispone de un plazo de unas dos semanas más antes de que se llegue la fecha fatídica de lanzar la ofensiva militar contra Irak con o sin el respaldo del Consejo de Seguridad.

Como leve insinuación de cambio, México, miembro del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas y opositor radical a la guerra, ofreció, por boca de su presidente, Vicente Fox, su apoyo a una versión modificada de la resolución patrocinada por Estados Unidos, Gran Bretaña y España.

La batalla diplomática se centra para Estados Unidos en conquistar nueve votos con los que aprobar la segunda resolución y conseguir que ninguno de los miembros permanentes del Consejo ejerza el derecho a veto.

Esa perspectiva dejaría a Francia al descubierto, en pleno campo de batalla, con el único recurso a mano de emplear la conocida como el arma nuclear de la diplomacia, el derecho de veto.

De momento, el ministro de Asuntos Exteriores francés, Dominique de Villepin, se ha escudado en la confianza de que EEUU no conseguirá los nueve votos necesarios.

LA DIPLOMACIA AGOTA BAZAS

Que la diplomacia agota sus últimas bazas en esta larga partida, quedó claro lejos de la Casa Blanca. El ambiente gélido con que el presidente francés, Jacques Chirac, recibió a José María Aznar, como uno de los triunviros --junto a Bush y el premier Tony Blair-- que propugnan mano dura con Sadam, fue una muestra clarificadora de que las espadas no pueden estar más en alto.

El Elíseo le reprochó su postura belicista, pocas horas después de que el presidente español se hubiera mofado del memorando presentado por Francia, Alemania y Rusia como alternativa a la segunda resolución.

Un rápido apretón de manos, la diplomática constatación de "ciertas divergencias" y el empecinamiento en repetir, tanto por parte de Aznar como de Chirac, sus posiciones encontradas en esta crisis, volvieron a constatar que el conflicto de Irak, sin haber estallado, ha causado una primera víctima de envergadura, Europa. Un detalle: tampoco hubo regalo para el huésped, que el día antes había cumplido 50 años. "Nos enteramos tarde", justificó la portavoz de Chirac.

BATALLA EN LOS COMUNES

Mientras Francia y España cubrían con sutilezas diplomáticas sus discrepancias abiertas, en la Cámara de los Comunes del Reino Unido el primer ministro, Tony Blair, que puede ser otra de las víctimas de la contienda en Irak, libró un encarnizado enfrentamiento dialéctico para conjurar la moción de los diputados rebeldes del Partido Laborista, que arrancó el de 122 correligionarios, bastantes más de los 80 previstos. La moción del Gobierno se aprobó por 434 votos a favor y 124 en contra. En el ojal, Blair se colocó una medalla, que le costó muchos sinsabores.

Al otro lado de la barrera, el presidente iraquí se atrevió a dar garantías, en su controvertida entrevista a la televisión estadounidense CBS, de que no destruirá los pozos de petróleo de Irak, como sí hizo al retirarse a la desbandada de Kuwait en 1991. En tono bravucón, el líder iraquí se infatuó de que no va a exiliarse y de que, si es necesario, morirá en su país.

En este complejo tablero de ajedrez, el jefe de los inspectores, Hans Blix, echó más leña al fuego al subrayar su convencimiento de que Bagdad no ha tomando "la decisión fundamental" de desarmarse. "El régimen nos ha permitido volver para evitar un ataque militar inmediato", declaró Blix al semanario alemán Die Zeit , en un tono funesto, que recordó los prolegómenos de la anterior guerra del Golfo, que ayer celebraba aniversario.

Al cumplirse 12 años de la "liberación" de Kuwait por las fuerzas de la coalición aliada, los países islámicos se retrotrayeron en la historia y lanzaron la velada amenaza de utilizar el petróleo como arma contra Occidente, como ya hicieran en la guerra del Yom Kippur, en el año 1973.