El Ejército de Estados Unidos está poniendo en marcha una iniciativa para rehabilitar a los prisioneros iraquíes bajo su custodia en sus campos de detención en Irak con el objetivo de reducir la posibilidad de un aumento en la violencia cuando miles de reos sean liberados este año, antes de la retirada de las tropas extranjeras para fines del 2011.

"Les hemos puesto en estos programas, les hemos dado una habilidad, ya sea una vocación o una formación", dijo el general Robert Kenyon, director del centro de detención del Campamento Cropper de Bagdad. La violencia en Irak disminuyó sensiblemente en el transcurso del año pasado, avivando las esperanzas de que la insurgencia y el derramamiento de sangre provocados por la invasión encabezada por Estados Unidos el 2003 terminen por desaparecer por completo. Sin embargo, algunos iraquíes temen que la liberación programada de miles de personas acusadas por los estadounidenses de ser militantes o terroristas revivan los enfrentamientos.

Los funcionarios estadounidenses y ex detenidos dicen que esos temores son infundados, ya que en 2008 fueron puestos en libertad 18.600 iraquíes que estaban bajo custodia de Estados Unidos y la violencia de todos modos decayó pronunciadamente. La mayoría de los 12.300 que siguen en custodia perpetró ataques a cambio de dinero, no por ideología, sostuvo Kenyon. "La capacidad de trabajar ha aumentado y hay mucho menos potencial para que estas personas regresen al dinero fácil", dijo el brigadier general.

El Ejército estadounidense tiene previsto terminar las misiones de combate en Irak para el 31 de agosto del 2010, y retirarse para fines del 2011. Su certeza de que los prisioneros liberados no regresarán a la violencia es una postura respaldada por algunos ex detenidos. "Su trato fue muy bueno. Sólo quiero vivir en paz", dijo Abu Ahmed, quien pasó ocho meses bajo custodia de Estados Unidos.

Su relato dista mucho de las humillaciones sexuales a las que fueron sometidos los detenidos iraquíes por parte de las tropas de Estados Unidos en la prisión de Abu Ghraib en el 2004. En el Campamento Cropper, los iraquíes comparten un inmaculado hospital con los soldados estadounidenses, si bien son mantenidos de un lado de sala, amarrados a la cama y se les prohíbe hablar entre sí.

JURANDO POR EL CORAN

En una tienda del campamento, los detenidos que están a punto de quedar en libertad colocan su mano sobre el Corán, el libro sagrado del Islam, y juran ante un juez nunca llevar a cabo actos terroristas. A los periodistas se les prohíbe hablar con los reos. El Ejército de Estados Unidos dice haber detenido unos 100.000 iraquíes desde que invadió el país en el 2003. Bajo un acuerdo al que se llegó el año pasado, las tropas estadounidenses deben entregar todos sus reclusos a Irak. Los que tengan evidencia en su contra podrían terminar procesados en la justicia iraquí. De otro modo serán dejados en libertad.

La falta de evidencia detrás de la mayoría de los arrestos ha dejado en muchos ex detenidos una sensación de amargura. "El trato era bueno dentro de la prisión. Pero lo que me estaba matando era que se habían apropiado de mi libertad", dijo Abu Shawkat al Dulaimi, quien pasó dos años detenido por Estados Unidos. "Ahora sólo me importa vivir en paz con mi familia", agregó.

Kenyon indicó que si bien pocos eran extremistas, todos los que fueron liberados eran culpables de algo. La presunción de inocencia de Estados Unidos no forma parte de su doctrina de detención en Irak. "Aquí nadie es inocente (...) Si hubiese algún indicio de que era inocente, lo habríamos resuelto hace mucho", señaló. Los ex detenidos dicen que sus reputaciones están siempre teñidas de sospechas y esto los hacía vulnerables a ser arrestados nuevamente por las fuerzas iraquíes o ser acusados de crímenes por parte de enemigos. "Estamos atrapados en un limbo. No podemos salir. No podemos trabajar", dijo el ex detenido Abu Mustafa.

No todos los ex detenidos entrevistados dijeron haber sido tratados bien. Uno se quejó de haber sido desvestido por completo, un procedimiento que Kenyon calificó de estándar para la revisión a los nuevos internos en busca de heridas y enfermedades y deshacerse de las viejas prendas. "¿Cómo puedes hacer desvestir a un hombre anciano? ¿Cómo puedes permitir este insulto? ¿Cómo puedes hacer que un jeque haga esto? Nos opondremos al ocupante hasta la muerte", aseveró Abu Fatina, seguidor del clérigo chií Muqtada al Sadr, enemigo declarado de Estados Unidos.