La intensidad de los combates entre EEUU y los radicales shiís creció ayer. 35 milicianos shiís murieron en la noche del domingo al lunes, en enfrentamientos en Ciudad Sadr, el barrio shií al noreste de la capital, al tiempo que aviones estadounidenses destruyeron las oficinas en Bagdad de Moktada al Sadr, el líder de la revuelta shií. En Basora, el sector petrolero sufrió un golpe tras el sabotaje de un oleoducto, lo que obligó a reducir la exportación de crudo.

Durante la noche y la mañana de ayer, ambos bandos se enfrentaron en escaramuzas en las callejuelas de Ciudad Sadr que culminaron con el bombardeo de su sede bagdadí. Un portavoz del clérigo se limitó a decir que tres personas murieron durante el bombardeo del local de Sadr.

A pesar de la creciente irritación entre el clero shií por la actitud desafiante de Sadr, el cabecilla rebelde no dio marcha atrás y ordenó a sus hombres extender los ataques por todo el país. "Hemos iniciado la segunda fase de la resistencia; nuestra paciencia se ha acabado", dijo Qais al Jazali, representante de Sadr en Nayaf. "Nuestra política será extender los actos de resistencia a todo el territorio iraquí; los ocupantes han cruzado la línea roja en Nayaf y Kerbala", concluyó.

Un soldado norteamericano murió al estallar una bomba al paso de su convoy al norte de Bagdad. El deterioro de la seguridad en Irak ya se refleja en su capacidad para exportar petróleo. Insurgentes iraquís sabotearon uno de los dos oleoductos que alimenta una terminal al norte del golfo Pérsico, lo que obligó a reducir el flujo de crudo. "Hemos pasado de 80.000 barriles a 40.000 barriles por hora", advirtió Alí Nasr al Rubai, director de la terminal petrolera de Basora.

Por otra parte, blindados de EEUU, la policía y fuerzas civiles iraquís, penetraron ayer por vez primera en Faluya y realizaron una patrulla simbólica.