Estados Unidos estudia imponer sanciones económicas a China por los presuntos abusos contra la minoría étnica uigur. La decisión supondría un inédito choque entre las dos potencias por los derechos humanos y elevaría la tensión generada por la guerra comercial. La causa uigur, tradicionalmente ignorada por el mundo a pesar de los esfuerzos de su comunidad en el exilio, ocupa ahora un espacio central en las relaciones diplomáticas.

El Departamento de Estado ha expresado su profunda preocupación por la represión creciente en la provincia de Xinjiang “no sólo contra los uigures sino contra los kazajos y otros musulmanes”, ha explicado su portavoz, Heather Nauert. Un grupo de legisladores pidió a finales de agosto que Washington impusiera sanciones a siete altos cargos chinos. Entre ellos figura Chen Quanguo, jefe del partido en Xinjiang e ideólogo de la campaña. El Gobierno también considera castigar a las compañías chinas relacionadas con la construcción de campos de detención y el desarrollo de los sistemas de vigilancia, según fuentes del Congreso citadas por Reuters. La cobertura legal llegaría a través del Acta Global Magnitsky, que permite a Washington congelar los bienes en Estados Unidos de violadores de derechos humanos, prohibir su entrada en el país e impedir que hagan negocios con sus nacionales.

UNA ENORME CÁRCEL AL AIRE LIBRE

Dolkun Isa, líder uigur en el exilio, aseguró este lunes tras visitar la Casa Blanca que los funcionarios estadounidenses “estaban considerando seriamente sancionar a altos cargos chinos”. Los activistas denuncian que China mantiene a un millón de uigures en campos de reeducación sin juicio y describen Xinjiang como una enorme cárcel al aire libre. Delegados chinos negaron el mes pasado en la ONU todas las acusaciones y justificaron el control policial por el terrorismo integrista. Estados Unidos ha chocado con China en las últimas semanas por asuntos que antes pasaba por alto como las violaciones de derechos humanos o el trasvase de países desde la órbita taiwanesa a la china. Las relaciones entre Pekín y Washington pasan por tiempos convulsos debido a la guerra arancelaria declarada por Donald Trump.