Las tropas estadounidenses están decididas a no dar tregua a los grupos de resistencia armada leales al derrocado régimen de Sadam Husein. Faluya, la ciudad ubicada al oeste de Bagdad donde se ha registrado el mayor número de ataques contra soldados norteamericanos desde el final de la guerra, fue la madrugada de ayer el escenario donde se puso en marcha la operación Escorpión del Desierto, segunda ofensiva militar en menos de una semana contra los focos de resistencia de los iraquís.

Poco después de las tres de la madrugada, soldados de la Tercera División de Infantería cerraron todos los accesos a la ciudad y, apoyados desde el aire por helicópteros Apache, registraron palmo a palmo 16 casas y edificios donde, según los datos suministrados por algunos vecinos, se ocultaban miembros de la resistencia. La operación, explicó el sargento Brian Thomas, portavoz de las fuerzas estadounidenses, está dirigida contra "quienes atacan a los soldados de EEUU. Algunos pertenecen al partido Baaz y otros simplemente se oponen a los esfuerzos de paz". "Intentamos detener a las personas que quieren desestabilizar Irak", agregó.

POCOS RESULTADOS

Los primeros resultados de la operación han sido exiguos. La incursión terminó con la detención de siete sospechosos y la incautación de varios explosivos, material para la fabricación de bombas y "equipos de comunicación ilegales" que fueron hallados en una de las casas registradas. Al mando de la ofensiva se encuentra el cuerpo militar de élite Task Force 7, que desde Bagdad divulgó un comunicado en el que explicó que "la operación Escorpión del Desierto sigue en marcha, y combina los ataques con la ayuda humanitaria en un esfuerzo por desmembrar a los insurgentes y restablecer la seguridad en esta zona".

El lado humanitario de la intervención se puso de manifiesto cuando, bien entrada la mañana, los marines regresaron a Faluya cargados con libros, medicinas y juguetes que repartieron entre la población. El portavoz estadounidense señaló que, en todo caso, la operación apenas comienza, y que se llevarán a cabo nuevas acciones.

PORTE DE ARMAS

La puesta en marcha de la nueva ofensiva coincide con el final de la operación Golpe a la Península, que terminó el viernes con un saldo de más de 180 iraquís muertos en el norte y el noroeste del país, y con la expiración del plazo establecido por EEUU para la entrega de las más de 5 millones de armas que están en manos de la población.

Muy pocos hicieron caso de la orden de entregar el armamento: las tropas estadounidenses recibieron 123 pistolas, 76 fusiles semiautomáticos, 435 automáticos, 46 ametralladoras, 162 lanzacohetes, 11 misiles tierra-aire y 381 granadas de mano. Son millones de civiles los que siguen armados, y que de ser detenidos, pueden ser castigados con un año de prisión y una multa de 1.000 dólares (850 euros).

Prueba de la inestabilidad en el país es la emboscada que ayer sufrió un convoy militar de EEUU cerca de Balad, en el norte de Irak. La caravana, que salió de Bagdad por la tarde, fue atacada con morteros en la autopista que une ambas ciudades, en una acción en la que varios soldados resultaron heridos y fueron evacuados en helicóptero a Bagdad.

Entretanto, cerca de 10.000 iraquís se manifestaron en Basora, en la zona del sur del país, para pedir a las fuerzas británicas que reconozcan su derecho a administrar la ciudad.