Ya nadie les devolverá la adolescencia, ni la juventud ni la entrada en la madurez, pero, más de tres décadas después, han vuelto a pisar la calle como hombres libres. Alfred Chestnut, Ransom Watkins y Andrew Stewart se abrazaron el lunes con sus familiares tras haber sido exonerados de un crimen que no cometieron y por el cual han pasado 36 años encerrados en la cárcel. "Hoy no es una victoria, es una tragedia que se haya robado a estos tres hombres 36 años de su vida", dijo la fiscal estatal de Baltimore, Marilyn Mosby, al recibirlos fuera del penal entre una nube de periodistas y amigos de los reos. "No hay forma de reparar el daño y el trauma causado a estos hombres durante casi cuatro décadas. En nombre del sistema, les pido disculpas", añadió la fiscal con gesto contrito.

Los tres hombres fueron arrestados el Día de Acción de Gracias de 1983, una semana después de que un adolescente de 14 años, DeWitt Ducket, fuera asesinado en los pasillos del instituto Harlem Park Junior de Baltimore. Ducket perdió la vida por una chaqueta de los Georgetown Hoyas. Su asesino le disparó a bocajarro en el cuello antes de llevarse la prenda y darse a la fuga. La banalidad del crimen generó indignación en Baltimore, una de las ciudades más violentas de Estados Unidos, y las autoridades reclamaron una respuesta rápida. Llegó unos meses después con la condena a cadena perpetua de tres chicos negros de 16 años que aquel mismo día habían estado en el instituto visitando a sus antiguos profesores. En todo momento defendieron su inocencia, pero no les sirvió de nada.

Como tantos otros pasaron a ser una estadística del sistema penal de justicia. Algunos estudios señalan que entre un 2% y un 5% de los más de dos millones de presos en las cárceles estadounidenses son inocentes, una cifra que como mínimo supera las 40.000 personas, según el Innocence Project. Los tres fueron condenados basándose en el testimonio selectivo de algunos testigos y después de que la policía encontrara en casa de Chestnut una chaqueta de los Hoyas. La chaqueta no tenía restos de sangre y su madre llegó a presentar el recibo de la compra sin que la prueba fuese desestimada.

Reapertura del caso

Chestnut nunca se rindió y el año pasado consiguió que el caso se reabriera tras obtener nuevas pruebas que incriminaban al individuo finalmente señalado por las autoridades como el autor del crimen, fallecido hace años en un tiroteo. La reapertura del caso puso en evidencia "la mala conducta de la policía y los fiscales", en palabras de Mosby. Pruebas exculpatorias ocultadas a los abogados de la defensa; menores de edad interrogados sin la presencia de sus padres y presionados por la policía para avalar su versión del crimen; testimonios desechados que identificaron al responsable del homicidio

"Ha sido un infierno, una experiencia verdaderamente miserable", dijo Chesnut al rememorar su vida en la cárcel. "Nunca dejé de soñar. Todos mis amigos en prisión saben que nunca dejé de hablar de esto y soñar con este momento. Incluso cuando era un niño me preguntaba por qué me había pasado a mí". Las autoridades de Baltimore buscan ahora medidas restitutorias para compensar a los tres hombres por el calvario sufrido. "Lo que hizo mi estado y mi departamento es inaceptable. Se merecen mucho más que una disculpa. Les debemos una verdadera compensación y pienso luchar por ella", dijo la fiscal estatal de Baltimore.