Basta una declaración de Donald Trump, de momento no acompañada por ninguna decisión ejecutiva, administrativa o legislativa, para que el terremoto político y diplomático arranque en México. Es lo que pasó tras el anuncio del presidente de EEUU de que piensa designar a los carteles del narcotráfico como organizaciones terroristas, un paso firme y reiteradamente rechazado por el vecino del sur y que podría complicar con profundas consecuencias la relación bilateral.

La idea de esa designación, que podría representar limitar la cooperación con México, reducir importaciones o rechazar que se le otorgue ayuda económica desde organizaciones multilaterales, ya la tuvieron y descartaron presidentes como George Bush y Barack Obama. Trump, que desde que se lanzó a la carrera por la Casa Blanca ha hecho de la criminalización de México y los mexicanos arma electoral, convenientemente engrasada en cada ciclo electoral, parece decidido a adoptarla. Eso es al menos lo que le dijo en una entrevista radiofónica al antiguo presentador de FoxNews Bill O’Reilly, a quien explicó que lleva tres meses «trabajando». «La designación no es fácil, hay que seguir un proceso, pero estamos avanzados», declaró.

SORPRESA / Esas palabras pillaron por sorpresa a las autoridades en México, donde justamente el lunes el canciller de Exteriores, Marcelo Ebrard, descartaba que Washington fuera a tomar el camino de designar a los cárteles organizaciones terroristas y recordaba que México «nunca aceptará» un paso que «invoca una disposición de actuar de manera directa».

Tras las explosivas declaraciones de Trump, Ebrard acudió a Twitter para reiterar que «México no admitirá nunca acción alguna que signifique violación de su soberanía nacional», prometió actuar «con firmeza» y declaró que el «respeto mutuo es la base de la cooperación». Su cancillería emitió un comunicado anunciando que se han iniciado comunicaciones con EEUU «para conocer el contenido y alcance» de las palabras del presidente. Se busca además busca celebrar «lo antes posible» una reunión de alto nivel. La idea causa escalofríos en el mundo diplomático. El exembajador mexicano en Washington Arturo Sarukhán alertó de que tendría «brutales efectos políticos, diplomáticas, financieros, económicos y comerciales».