Con la estrategia para Afganistán pintada el martes a brochazos por el comandante en jefe de EEUU, Barack Obama, ayer llegó el momento de que los miembros de su Administración dieran detalles y respondieran al escepticismo con que el país ha recibido un plan que incluye el envío de 30.000 soldados y marca por primera vez una fecha de retirada: julio del 2011.

Sondeos recientes muestran que solo el 35% aprueba la gestión bélica del presidente y habrá que esperar para ver si algo ha cambiado tras su discurso en West Point. De momento, en el Congreso, una aprobación general de las líneas maestras de la estrategia no era ayer óbice para las críticas, especialmente centradas en la escalada militar, el papel de Afganistán y la fecha de inicio de la salida.

Sin fecha, según dijo el martes Obama, EEUU "se estaría negando cualquier sensación de urgencia a la hora de trabajar con el Gobierno afgano". Pero, según aclaró ayer en una comparecencia en el Senado el secretario de Defensa, Robert Gates, no es definitivo que las tropas vayan a empezar a retirarse en julio del 2011. La Administración hará en diciembre del 2010 una "reevaluación profunda" para decidir "si el objetivo se puede lograr".

CRITICAS La aclaración no fue suficiente para paliar críticas, como las de John McCain, portavoz de quienes creen que es contraproducente y no realista marcar una fecha de salida "arbitraria" cuando la salida dependerá de los impredecibles avances de las fuerzas de seguridad afganas.

Precisamente la capacidad de Afganistán para preparar sus fuerzas y eliminar los problemas de corrupción de su Gobierno es otro gran interrogante que rodea la estrategia. El senador demócrata Carl Levin coincidió ayer con Obama en lo vital de mantener la colaboración de las tropas estadounidenses en la formación de las afganas, pero puso el ejemplo de la provincia de Helmand (donde por cada militar afgano hay cinco estadounidenses y donde se desplegarán los primeros marines del refuerzo en las próximas semanas) para plantear que el nuevo despliegue no es la solución.

Fue la secretaria de Estado, Hillary Clinton, la encargada de dar desde el Senado un voto de confianza al cuestionado Gobierno de Hamid Karzai, hablando de "una nueva ventana de oportunidad". Explicó también que se trabajará de forma similar a como se hizo en Irak en integrar a combatientes "que luchan con la insurgencia, no por convicción sino por coerción o dinero".

Gates y Clinton vuelven mañana al Congreso, donde no se cuestiona que Obama logrará el presupuesto para su misión, pero de donde no desaparecerá el escepticismo. Los estadounidenses, mientras, siguen viéndose forzados a leer entre líneas del discurso para hallar detalles.