El redoble de campanas en memoria de los fallecidos el 11-S retumbó ayer por todo el territorio estadounidense, pero en ningún lugar su tañido fue más triste que en Nueva York, la ciudad que sufrió las mayores pérdidas humanas: 2.792 personas muertas en los ataques a las Torres Gemelas del total de 3.016 víctimas mortales de los peores atentados padecidos nunca por esta nación, cuyas cicatrices físicas y psíquicas, dos años después, son todavía bien visibles.

"Hoy somos otra vez una ciudad en duelo", manifestó el alcalde neoyorquino, Michael Bloomberg, durante la ceremonia realizada en el enorme foso donde se desplomaron los 110 pisos de las Torres Gemelas. "Hemos venido a honrar a los que perdimos y a recordar este día con pena", añadió delante de los miles de familiares de las víctimas.

SIGUE EL MIEDO

Un momento de silencio marcó, a las 8.46 horas, el instante preciso en que el vuelo 11 de American Airlines se estrelló contra la torre norte. La austera ceremonia se repitió a las 9.03, cuando la torre sur sufrió el impacto del vuelo 175 de United Airlines. Con similares pausas de silencio se recordó el colapso de los edificios, interrumpiendo la emotiva lectura de los nombres de las víctimas que llevaron a cabo dos centenares de niños y jóvenes de los familiares.

Pese a los dos años transcurridos, el peso de los ataques aún se deja sentir en Nueva York: dos terceras partes de sus habitantes temen que se produzca otro atentado devastador, de acuerdo con un sondeo del diario The New York Times . "Creo que pasará otra vez, que (los terroristas) están esperando a que todo se relaje y nos durmamos", dice Flora Muca, vecina de Brooklyn.

De hecho, el Departamento de Estado emitió ayer una nueva advertencia sobre el peligro de nuevos ataques de Al Qaeda --"más devastadores", "posiblemente con armas biológicas o químicas"-- coincidiendo con el aniversario.

A la ceremonia realizada en el vacío solar de las Torres Gemelas no acudió el presidente Bush. Agobiado por los problemas de la ocupación en Irak, Bush se limitó a acudir a un servicio religioso y a guardar un minuto de silencio.