La lluvia bañó ayer los oscuros recuerdos del 11 de septiembre de hace seis años en Nueva York, Virginia y Pensilvania. Como en cada aniversario, hubo minutos de silencio, oraciones, lágrimas, música y ceremonias en los tres escenarios de los peores atentados de la historia de EEUU para homenajear a las 2.974 personas fallecidas. Pero, esta vez, quedó patente que el duelo público y compartido empieza a ceder espacio a un luto más privado.

Probablemente, uno de los sitios donde más se ha sentido esa evolución es en Nueva York. Ayer, el número de familiares de víctimas reunidos en las cercanías de la zona cero era inferior al de otros años, confirmando que cada vez más optan por ceremonias privadas. Y, aunque se mantuvo la dolorosa lectura de los nombres de los 2.750 fallecidos en las Torres Gemelas --a cargo de empleados de los servicios de emergencia-- y la procesión de seres queridos hasta el agujero, el alcalde, Michael Bloomberg, advirtió de que la de ayer pudo ser la última la ceremonia con este formato.

Su predecesor, Rudolph Giuliani, acusado de oportunista por participar en los actos durante su campaña electoral, eliminó el fantasma de una politización de la ceremonia, al centrar su intervención en una cita de Eli Wiesel, escritor y pacifista premio Nobel de la Paz: "No hay respuestas literarias, psicológicas o históricas a la tragedia humana, solo morales. Igual que la desesperación solo puede llegar de otros seres humanos, lo mismo ocurre con la esperanza".

LOS ENEMIGOS El presidente, George Bush, limitó su homenaje a un momento de silencio en el jardín de la Casa Blanca. Unas 100 personas se congregaron en el campo de Pensilvania donde cayó el vuelo 93. En el Pentágono, el secretario de Defensa, Robert Gates, aseguró: "Los enemigos de América nunca más podrán descansar tranquilos porque los perseguiremos implacablemente y sin reservas".