La ofensiva de la Administración de George Bush para defender el controvertido plan del presidente de EEUU para Irak se intensifica. El secretario de Defensa, Robert Gates, compareció el viernes en el Senado y vinculó el anunciado incremento de 21.500 soldados estadounidenses en Bagdad y la provincia de Anbar con el inicio de la retirada. Mientras, en su discurso radiado semanal, Bush calificó ayer de "irresponsables" a los legisladores que rechazan su propuesta sin ofrecer alternativas. Los demócratas piensan someter a votación el plan en las próximas semanas y, aunque el resultado no será vinculante, pueden sumar a algunos republicanos.

Gates detalló que las nuevas tropas empezarán a llegar a Irak en la primera semana de febrero y aseguró que, si el plan de Bush funciona según lo previsto, a finales de año podría iniciarse el repliegue. Reconoció que el éxito depende de que el Gobierno iraquí asuma el control de la seguridad y admitió que no hay calendario ni objetivos que determinen si se producen los necesarios progresos.

RECHAZO A ATACAR IRAN En la misma comparecencia, el general Peter Pace, jefe de la Junta de Jefes del Estado Mayor, se vio forzado a sumarse al esfuerzo de la Administración por negar que existan planes de ataque a Irán.

La intención de iniciar una guerra con Teherán fue tildada el viernes de "leyenda urbana" por el portavoz de la Casa Blanca, Tony Snow. Pero la preocupación crece tras la promesa de Bush de frenar a Irán y Siria, y de que la secretaria de Estado, Condoleezza Rice, declarara a The New York Times que Bush autorizó los arrestos de iranís en Irak.