Mientras el Congreso de Estados Unidos promete identificar a los responsables de las torturas en la cárcel iraquí de Abú Graib, siguen lloviendo revelaciones de este escándalo. Ayer se supo que un centenar de presos iraquís "de gran valor", sobre los que ni siquiera tiene autoridad el comandante de las fuerzas estadounidenses en Irak, el general Ricardo Sánchez, llevan casi un año encarcelados en durísimas condiciones que violan la Convención de Ginebra.

Estos reclusos se encuentran en Camp Cropper, cerca del aeropuerto de Bagdad, confinados en solitario y en pequeñas celdas de cemento sin luz natural, durante 23 horas al día, según publicó ayer The New York Times , que cita fuentes de la Cruz Roja. Entre los reos se encuentra Tarek Aziz, viceprimer ministro y asesor de Sadam Husein. El dictador está en manos del FBI y no entre este grupo de presos, de los que EEUU espera obtener datos sobre el paradero de las armas de destrucción masiva y de la resistencia leal a Sadam.

La Cruz Roja escribió el pasado octubre a las autoridades de EEUU para que pusieran fin al aislamiento de estos presos, por ser éste "más severo" de lo permitido por las normas internacionales, que se aplican en Irak, según afirmó Bush. No obstante, la situación sigue igual.