En los 33 días transcurridos desde que John McCain anunció por sorpresa la selección de Sarah Palin como su candidata a vicepresidenta, el Partido Republicano ha pasado del optimismo y el éxtasis a las disensiones y la preocupación. La gobernadora de Alaska pierde puntos en los sondeos. Tras un par de entrevistas desastrosas en televisión se ha convertido en diana fácil para los humoristas. Pese a ser capaz de reunir a 60.000 personas en un mitin, escucha llamadas a retirarse en las propias filas conservadoras. Y su capacidad para salir airosa mañana de su debate con su rival demócrata, Joe Biden, es un interrogante.

Palin está encerrada desde el lunes en el rancho de McCain en Sedona (Arizona) con un potente equipo de asesores que incluye, además de al jefe de Política Exterior, al manager y al principal estratega de la campaña de McCain, a tres personas que han trabajado para George Bush. Esas sesiones culminan los esfuerzos del partido para preparar a Palin, una estrategia que ha incluido mantenerla prácticamente aislada de la prensa y en la que incluso destacados republicanos han visto graves errores.

ESTRATEGIA "Sería mucho más sabio dejar a Sarah Palin ser Sarah Palin, que hablara con los medios y con la gente", ha dicho el exgobernador y rival de McCain en las primarias, Mitt Romney, criticando también que la hayan obligado a aferrarse a respuestas preparadas.

Aunque la campaña insiste en su capacidad, hay quien cree que los republicanos han jugado a rebajar las expectativas para que una actuación discreta frente a Biden pueda venderse como un éxito.