Apelando una vez más a su instinto de supervivencia, el anciano presidente egipcio, Hosni Mubarak, decidió ayer abrir su frontera con la franja de Gaza para permitir el paso de ayuda humanitaria. Su oportunismo responde al renovado clamor mundial contra el bloqueo de la franja, un asunto reabierto por el asalto israelí a la flotilla humanitaria. No hay que olvidar que el embargo es cosa de dos y, pese a su bandera panarabista, Egipto es tan implacable con el bloqueo como Israel. Hasta hace unos días, su frontera llevaba dos meses sellada.

El anuncio ha creado una tremenda confusión en Gaza. Decenas de miles de personas se acercaron ayer a la terminal de Rafá, al sur de la franja, después de que Hamás asegurara que estará abierta para todos y sin restricciones, según fuentes de la franja. Pero esa información choca con la de la agencia oficial de noticias egipcia. Según su comunicado, desde Egipto solo podrán entrar en Gaza los palestinos que regresan del extranjero y los enfermos que han concluido su tratamiento fuera de la franja. En la dirección inversa, podrán pasar quienes residan fuera de Gaza o tengan pasaporte extranjero y los enfermos que se dirijan a hospitales foráneos.

EL FANTASMA DE OTRO MURO Desde hace algunos meses, El Cairo construye con ayuda de EEUU un muro en la frontera de Gaza para acabar con los túneles de contrabando, la única arteria comercial que le queda a la franja desde el inicio del bloqueo en el 2007.

En solidaridad con los activistas de la Flota de la Libertad , el Gobierno de Hamás aseguró ayer que no permitirá la entrada en la franja de las miles de toneladas de ayuda humanitaria que transportaba si Israel no pone en libertad a los detenidos. Según el Ejército israelí, el cargamento de la flotilla espera ya en la frontera con Gaza.

Por otra parte, los militares israelís mataron ayer a cinco palestinos en la franja en dos incidentes aislados. Cuatro eran milicianos, y la quinta víctima es una mujer de 65 años.