Si la frontera entre Gaza y Egipto se ha parecido estos dos últimos días a un inmenso zoco, ayer parecía un puerto de mercancías. Frente al murete de metro y medio que separa ambas mitades de Rafá se formaron cadenas de estibadores que cargaban docenas de camiones con todo tipo de productos. Desde cemento a rollos de telas saudís, montañas de mantas donadas por asociaciones islámicas egipcias o motos chinas a 700 euros.

Para que el ganado pudiera sortear el muro y subir a esos buques de cuatro ruedas, se puso en marcha la grúa. Y empezaron a volar vacas y ovejas anudadas a la grúa por el cielo enloquecido de la frontera. Todo bajo un calor de justicia y el nerviosismo de miles de palestinos, que sabían que su puerta al mundo estaba a punto de cerrarse.

Egipto trató ayer en vano de poner fin al trasiego de palestinos. La frontera amaneció tomada por centenares de soldados y policías armados con material antidisturbios y tanquetas. "He venido lo más deprisa posible desde Beit Hanun porque sabía que iban a cerrar", decía Ahmed Yermilat frente a su moto recién comprada. "Al no haber gasolina en Gaza, es una buena alternativa al coche. La voy a utilizar de taxi y para llevar a mi familia", añadió con felicidad en los ojos.

SIN CONTEMPLACIONES En ese momento ya se había cerrado la principal entrada de la frontera, abierta el miércoles después de que militantes de Hamás volaran el muro que separaba ambos territorios. Para lograrlo, la policía egipcia tuvo que actuar sin contemplaciones. A bastonazos, con perros y cañones de agua, consiguió crear una cadena humana y detener a la marea de palestinos agolpada a la entrada.

Por un momento arreciaron las piedras y algún disparo de los agentes de Hamás, pero el abucheo generalizado logró calmar la tensión. "Es una pena, pero no depende de nosotros que siga abierta. Les estamos muy agradecidos a nuestros hermanos egipcios por haber tenido este gesto humanitario", aseguraba Yamu Agula, vestida con una abaya negra y rodeada por un racimo de niños asustados.

Pero a la historia todavía le esperaba un desenlace inesperado. Mientras miles de palestinos seguían saltando por otro tramo de frontera ante la impasividad de los egipcios, que anunciaron que a las siete quedaría definitivamente sellada, Hamás desafió las órdenes de El Cairo. Una de sus excavadoras, custodiada por policías armados, abrió otro agujero en el murete de hormigón. "Los pasos no deberían cerrarse porque proporcionan una ayuda urgente a los palestinos", dijo más tarde Sami Abu Zuhri, uno de los portavoces islamistas.

La alegría corrió como la pólvora. "Que Dios bendiga a Hamás eternamente. Otra vez han conseguido derribar el bloqueo", clamaba eufórico Abdalá Yusef, cargado de bienes preciados, desde carne a colchones para el ajuar de su hija, productos que el cierre de fronteras israelí ha vuelto prohibitivos. Unas horas después, los soldados egipcios empezaban a retirarse y la barra libre volvía a la frontera.

Para Hamás esta crisis está siendo un golpe perfecto. No solo porque ha recuperado el afecto de muchos palestinos. También porque ya no tiene que esconderse para introducir armas y dinero en Gaza a través de los túneles. Ayer mismo, un grupo de sus milicianos se abría paso a bordo de un carromato con mulo. Al preguntarles qué transportaban, uno de ellos contestó con suma ingenuidad: "Acabamos de confiscar 20 sacos con material para explosivos".

MAS REDITOS Pero también les empiezan a llegar los réditos en el ámbito regional. El presidente egipcio, Hosni Mubarak, ha invitado a Hamás y Al Fatá, el partido del presidente Abbás, a celebrar una conferencia en El Cairo para intentar una reconciliación, después de que Abbás cortara todos los vínculos con su rival tras ser derrotado por las armas en junio. También Mubarak parece sentirse cómodo. Preguntado sobre las críticas de Israel y EEUU a Egipto por mantener la frontera abierta, el rais respondió: "Como Estado pionero, Egipto rechaza el castigo colectivo al pueblo palestino".