El presidente Hosni Mubarak sigue en el trono y su régimen se mantiene indemne, pero no deja de hacer concesiones. La primera reunión entre el vicepresidente, Omar Suleiman, y los principales movimientos de la heterogénea oposición egipcia se saldó con el compromiso de levantar las restricciones a la libertad de prensa y liberar a los detenidos arrestados desde el inicio de la revuelta, el 25 de enero, según algunas fuentes.

En las conversaciones participó por primera vez la ilegalizada e islamista Hermanos Musulmanes, utilizada durante décadas por el régimen como pretexto para ahuyentar el deseo popular de reformas democráticas.

Los jóvenes que iniciaron la revuelta han conseguido, en menos de dos semanas, apartar del futuro del país a la dinastía Mubarak --ni el presidente ni su hijo Gamal se presentarán a las presidenciales--, han forzado la dimisión de la cúpula del todopoderoso Partido Nacional Democrático, han puesto a la policía a la defensiva y han conseguido que se pueda hablar de política sin miedo a ser arrestado.

MANIFESTACION Un día más, decenas de miles de personas volvieron a manifestarse en la plaza cairota de la Liberación (Tahrir), donde se recordó a los "mártires" caídos en la revuelta, una cifra que, según la ONU, podría acercarse a los 300.

A ratos, la plaza volvió a estar llena, un hito nada desdeñable, teniendo en cuenta que la ciudad recobró algo parecido a la normalidad. Los bancos reabrieron unas horas tras siete días de cierre, la mayoría de comercios trabajaron y el tráfico recuperó su congestión natural.

Hay mucha confusión sobre el diálogo incipiente entre el régimen y la oposición, que ayer fue recibida por Suleiman, el candidato de EEUU y varios países europeos para liderar la transición. Ante varios miembros de la oposición laica e islamista, figuras independientes como el magnate Naguib Sawiris y representantes de los jóvenes de Tahrir, Suleiman insistió en que Mubarak no dimitirá, la condición indispensable de los reformistas para sumarse a la transición.

A la vez, quiso convencerles de su deseo de acercarse a las demandas del pueblo. Para ello, aceptó la creación de un comité encargado de estudiar reformas constitucionales, necesarias para que puedan presentarse candidatos ajenos al régimen en las presidenciales, y contempló la posibilidad de levantar el estado de excepción, vigente desde 1981, "una vez se den las adecuadas condiciones de seguridad".

No convenció a muchos. El candidato opositor Mohamed el Baradei, exdirector de la Agencia Internacional para la Energía Atómica y premio Nobel de la Paz, denunció que el diálogo carece de credibilidad porque son los mismos militares que han regido el país en los últimos 30 años los que pretenden manejar la transición. El Baradei no fue invitado a la reunión, aunque sí estuvo allí uno de los miembros del movimiento cívico que encabeza. "Le pedimos una total transformación democrática y no reformas parciales, pero Suleiman dijo que la democracia llega gradualmente", dijo.

DECEPCION Tampoco los Hermanos Musulmanes salieron satisfechos de su cita con Suleiman. "Hasta ahora no hemos observado ninguna seriedad", dijo uno de sus líderes, Abdul Moneim Fotouh. "Si fueran serios, ordenarían la disolución del Parlamento y levantarían el estado de excepción con un decreto presidencial", aseguró. Hasta ahora, los islamistas moderados habían afirmado que no dialogarían con el régimen antes de la dimisión de Mubarak, pero no quieren que el Gobierno les acuse de torpedear las negociaciones.

Entretanto, no pierden fuelle las protestas, a pesar de que el jefe del Estado Mayor intentó ayer convencer a los manifestantes de que dejen la plaza. Ayer, Tahrir ejerció de iglesia. Cientos de cristianos celebraron allí una misa rodeados de musulmanes.