Entre los vítores de la población y usando un improvisado puente, el Ejército libanés cruzó ayer el río Litani por primera vez desde 1968 y, junto a la Fuerza Interina de las Naciones Unidas en el Líbano (Finul), empezó su despliegue en el sur del Líbano. La llegada de las tropas libanesas --armadas con un material militar obsoleto-- fue recibida con discreción por Hizbulá, cuyos guerrilleros no se dejaron ver, y abre el camino al despliegue de los cascos azules, tras cuya llegada las tropas israelís deben abandonar el país, según la resolución 1701 de la ONU.

De hecho, ayer el Ejército hebreo informó de que ha traspasado a las tropas libanesas la mitad de las zonas que controla, pero reiteró que no se plantea una retirada total hasta que los cascos azules no lleguen. Esta es la batalla en la que está enfrascada ahora mismo la ONU, que ha encontrado muchas reticencias para sumar los 15.000 soldados previstos. La mejor prueba es que Francia, según publicó el diario Le Monde , ha decidido enviar solo 200 soldados.

NORMAS DE COMBATE El rotativo afirma que la ministra de Defensa, Michele Alliot-Marie, tenía previsto anunciar la decisión el miércoles por la noche, pero representantes de la ONU le pidieron que esperara hasta la reunión que anoche estaba convocada en Nueva York. Francia quiere conocer los detalles de la misión y la contribución de otros países antes de implicarse. En la misma tesitura está Italia.

La pregunta clave es quién y cuándo va a desarmar a Hizbulá. En sendas entrevistas hechas públicas ayer, la secretaria de Estado de EEUU, Condoleezza Rice, y el ministro de Exteriores italiano, Massimo d´Alema, coincidieron en afirmar que los cascos azules no tendrán como misión desposeer de sus armas a la milicia. La Casa Blanca recordó al Gobierno de Fuad Siniora que se comprometió a que en el sur del Líbano no haya más armas que las del Ejército libanés y la Finul.

El pacto de Siniora con Hizbulá es que la milicia no será desarmada pero que se abstendrá de mostrar las armas en público y de efectuar operaciones militares. Un consenso muy precario, e inaceptable para Tel-Aviv, que vulnera el espíritu y la letra de las resoluciones 1701 y 1559, pero que es a lo máximo a lo que puede aspirar Beirut.

Y es que el desenlace de la guerra ha reforzado aún más la posición de Hizbulá. Desde el inicio del alto el fuego, los miembros de la milicia están recorriendo las ruinas del sur del Líbano y prometiendo ayuda para la reconstrucción.

MOVIMIENTO ANTISIRIO Ante este auge de Hizbulá ha reaccionado el movimiento antisirio libanés. Saad Hariri, hijo del asesinado exprimer ministro Rafic Hariri, celebró ayer el despliegue del Ejército, criticó a Israel y cargó contra Damasco. "El régimen sirio explota la sangre en Qana, Gaza y Bagdad para llevar la sedición al Líbano, Palestina e Irak", dijo Hariri. Walid Jumblatt, líder de los drusos, acusó a Irán --financiadora de Hizbulá-- de "mejorar su posición negociadora sobre su programa nuclear en las ruinas del pueblo libanés". Al menos, de Beirut llegaron buenas noticias: el aeropuerto vuelve a funcionar.