Las tropas fieles al presidente de Uzbekistán, Islam Karimov, sofocaron ayer a sangre y fuego una revuelta contra su régimen autoritario en la ciudad de Andizhán, en el este de esta antigua república soviética en Asia. Tras un intenso combate, las unidades del Ejército uzbeco se apoderaron de la sede del Gobierno en Andizhán, liberaron a los rehenes allí tomados y desalojaron a varios centenares de combatientes armados, informó la policía local.

Tropas uzbecas también abrieron fuego en la plaza central de la ciudad, donde unos 15.000 manifestantes se reunieron en apoyo de los rebeldes que habían ocupado el edificio gubernamental. La gente huyó atemorizada. Testigos presenciales informaron de que hubo al menos un muerto y varios heridos.

TEMOR A MAS MUERTES Previamente, nueve personas murieron y decenas resultaron heridas en los enfrentamientos. Varias fuentes apuntaron a que el balance de víctimas mortales puede llegar a 50 y los heridos a cientos, pero la situación era muy confusa y esas cifras fueron imposibles de confirmar.

En la madrugada del viernes, varios grupos de rebeldes armados se hicieron con el control de la prisión de Andizhán, donde liberaron a 4.000 presos. Horas antes, los insurgentes atacaron una comisaría y un cuartel militar y se apoderaron de armas. Después, se produjo el asalto a la sede del Gobierno local, donde tomaron decenas de rehenes.

"El país ha sido torturado por el régimen totalitario del presidente Karimov y por la corrupción en todos los niveles del Estado", dijo uno de los hombres que se dirigió con un altavoz a los manifestantes en la plaza central de Adizhán antes de que se produjeran los disparos.

La agencia rusa Interfax informó de que Karimov se desplazó a Andizhán para negociar con los rebeldes. Sin embargo, fuentes oficiales desmintieron esta información. Karimov ordenó cortar todas las emisiones extranjeras, así como impedir el acceso de los uzbecos a internet para evitar que la información sobre la revuelta llegase a la población. El Ministerio de Exteriores incluso negó que los insurgentes asaltaran los edificios gubernamentales.

Las autoridades uzbecas atribuyeron la revuelta al grupo islamista Akramia, fundado en los 90 por Akram Yuldashev, procedente del partido islamista Hizb i Tahrir, que pretende imponer un califato en Asia central. Hizb i Tahrir y el Movimiento Islámico de Uzbekistán son responsables de una ola de atentados que entre 1999 y el 2004 causaron decenas de víctimas, según fuentes oficiales de Uzbekistán.

En febrero, las autoridades uzbecas iniciaron un proceso contra 23 miembros de Akramia, al acusarles de un complot para derrocar a Karimov. "Hemos llegado al límite. Nuestros familiares empezaron a desaparecer", dijo a un líder rebelde, que afirmó haber sido liberado de la cárcel.

La ciudad de Andizhán está a 40 kilómetros de la frontera con Kirguizistán, donde hace dos meses un golpe de Estado derrocó al presidente Askar Akayev. Karimov, en el poder desde 1991, ha justificado su represión en la lucha contra el extremismo islámico, pero su política de mano dura ha radicalizado a muchos musulmanes.

LLAMAMIENTO A PUTIN Algunos manifestantes en Andizhán pedían la mediación del presidente ruso, Vladimir Putin. Sin embargo, el ministro de Exteriores ruso, Serguei Lavrov, calificó las protestas desencadenadas en Uzbekistán de "asunto interno" de ese país asiático.

El partido liberal ruso Yabloko declaró que los disturbios son la "señal de alarma", tanto para el presidente Karimov, como para su homólogo ruso.