Parece un meme sobre la cumbre entre Donald Trump y Kim Jong-un, pero no lo es. Antes del encuentro en Singapur, se escuchó en el programa Fox & Friends de Fox News, el más retrógrado de la televisión más pro Trump de todo Estados Unidos: «Independientemente de lo que ocurra en esa reunión entre los dos dictadores… (sic)». Esto provocó una réplica ácida de Adam Best, productor y fundador de The Left: «Esta metedura de pata es, probablemente, la cosa más honesta que se haya dicho en la historia del programa». Chesterton estaría muy orgulloso del sarcasmo.

No están claros los acuerdos específicos, más allá de la teatralidad de los gestos. Trump canceló unas maniobras militares conjuntas con Corea de Sur que unas semanas antes habían estado a punto de descarrilar la cita. De hecho, Trump la suspendió. No se sabe si se trata de un gesto de buena voluntad o una concesión. Pionyang se ha comprometido a iniciar la desnuclearización. No hay fechas, ni plazos, ni presupuesto para acometer la tarea. Solo sabemos que será «muy pronto», en palabras del presidente de EEUU.

Trump aprovechó el éxito de que al menos no acabara en portazo -que era uno de los temores dados los antecedentes y el carácter volcánico de ambos- para ponerse la medalla. Ya hay quien le promueve como futuro Nobel de la Paz. Es un premio con tantos dislates, que uno más tampoco le restaría la poca credibilidad que le queda. A menudo se confunde el descanso del guerrero con el trabajo honesto en la búsqueda de la paz. Entre los fallidos estarían Menachem Begin, Yaser Arafat, Henry Kissenger, Juan Manuel Santos y ¿Obama?, entre otros.

Para ensalzar sus méritos en la cumbre, Trump aseguró que cuando llegó a la Casa Blanca, Estados Unidos y Corea del Norte estaban al borde de la guerra (nuclear), algo que no es cierto. Si estuvo o no al borde de la guerra fue después, cuando él se instaló en el Despacho Oval y comenzó a lanzar insultos como misiles contra Kim Jong-un, al que llamó pequeño gordo y Rocket-man, entre otras lindezas.

La venta de su éxito con Kim Jong-un, que ya es una celebridad global como él, le permitirá mejorar su popularidad en un año clave en su país: se celebran elecciones legislativas en noviembre. El 72% de los norteamericanos aprueban el encuentro, según una encuesta de Quinnipiac. En el caso del votante republicano, el apoyo supera el 90%. Lo insólito es que solo el 20% de los entrevistados cree que Corea del Norte renunciará a sus armas nucleares, que era el asunto central. En Corea del Norte no hay encuestas.

No se habló para nada de derechos humanos para no enrarecer el clima de concordia. Corea del Norte es junto a Eritrea una de las dictaduras más brutales del mundo. A Trump ya se le ha olvidado este tipo de detalles. En declaraciones posteriores calificó a Kim Jong-un de «tipo duro», como los héroes de las películas de John Ford.

En la reunión mostró a su nuevo amigo un vídeo, preparado meticulosamente por sus asesores, que les presentaba como grandes líderes. Es lo que buscaba toda la parafernalia atómica de Kim Jong-un, que le trataran como un igual. Debió gustarle que la prensa occidental comparara la cita de Singapur con las grandes cumbres de Roosevelt, Stalin y Churchill. ¡Cómo va a desnuclearizarse, sería un don nadie!

Podría ser materia de análisis psicológico la inclinación trumpiana de dejarse deslumbrar por los líderes fuertes, o si lo prefieren más claro, por los dictadores. Vladímir Putin es un ejemplo; el general Al Sisi de Egipto, otro. Adam Schiff, representante del Partido Demócrata y miembro del comité de Inteligencia de la Cámara, comentó esta semana que el presidente se lleva peor con sus aliados del G-7, y con su vecino canadiense, el primer ministro Justin Trudeau.

Mientras los spin doctors (en castellano se puede traducir por vende motos) y él mismo, en su cuenta de Twitter, proclamaban de victoria diplomática estadounidense, la prensa rusa destacó el éxito de Kim Jong-un. Uno de esos periódicos afirma que la excesiva confianza de Trump en sus dotes de persuasión le convierten en una persona manipulable. Puede decir el lector que se trata de una opinión viciada porque procede de Rusia. Miremos The Economist, que es una revista liberal británica de gran prestigio. Esta semana tituló: «Kim Jong Won».

Detrás de Corea del Norte está China, el gran muñidor junto al presidente surcoreano, Moon Jae-in, de este deshielo, del paso de las bravatas y los insultos a que Donald Trump invite a su antiguo enemigo a Washington. No descarten un paseo conjunto por Disneylandia. Dado su perfil, seguro que se lo pasan en grande.H