Alas seis de la mañana hora local, abrieron los colegios electorales en Manchester (Nuevo Hampshire). Y pocos minutos después, los votantes (registrados con los demócratas, con los republicanos e independientes) empezaron a acudir a las urnas, en el inicio de una jornada en la que se prevé, según el secretario de Estado, Bill Gardner, que medio millón de personas participen en el proceso de elegir a los candidatos a la presidencia de EEUU y que al cierre de esta edición no había finalizado. La alta participación prevista se debe en gran medida a Barack Obama, el senador demócrata que ha galvanizado al electorado hasta límites insospechados.

Para un seguidor de Hillary Clinton, los últimos días de campaña en Nuevo Hampshire deben de haber sido descorazonadores. En cada mitin, la senadora y su marido, Bill Clinton, se esforzaban en destacar que la asistencia había superado lo previsto. En cada mitin organizado por Obama no era necesaria tal apreciación: las largas colas hablaban por sí mismas. Numerosos jóvenes coreaban el nombre del senador que aspira a ser el primer negro presidente de EEUU como si fuera una estrella de rock. Mientras que en los actos de Hillary se respiraba cierta melancolía y ganas de seguir luchando, en los de Obama el ambiente era eléctrico. Los asistentes tenían la sensación de estar haciendo historia.

CLARA VENTAJA Es la ola Obama --por usar el mismo término que ha acuñado el senador por Illinois--, que empezó a gestarse en los caucus de Iowa, que ha inundado Nuevo Hampshire y que amenaza con convertirse en un tsunami si los resultados se asemejan a lo que predicen las encuestas. Las últimas, hechas públicas poco antes de la apertura de los colegios, le daban a Obama 13 puntos de ventaja sobre Clinton. En la votación celebrada a medianoche en Dixville Notch (75 habitantes) --una tradición--, Obama logró 7 votos, John Edwards, 2, y Bill Richardson, 1. Clinton, ninguno.

Una situación inesperada para la senadora, que madrugó para iniciar a las seis de la mañana en Manchester su gira por los colegios electorales. Ya había votantes. Las previsiones hablan de 500.000 personas, frente a las 400.000 de las primarias del 2000, la última vez que hubo un proceso en el que no se presentaba a la reelección ningún presidente. La alta participación, unida al elevado número de independientes (45% del electorado), debería dar como resultado, según apuntan los estudios demoscópicos, una arrasadora victoria de Obama.

La propia campaña de Clinton parece tenerlo asumido. La senadora se ha visto obligada a decir públicamente que, suceda lo que suceda en Nuevo Hampshire, va a continuar en liza, una aclaración que hace una semana hubiera sonado a ciencia ficción.