Para sus compatriotas es un traidor, un judío renegado que odia a los judíos. Para sus admiradores es un apóstol contra la proliferación de las armas nucleares. Desde un punto de vista menos emocional, Mordechai Vanunu, el antiguo técnico del reactor nuclear de Dimona que reveló a la prensa británica en 1986 los secretos atómicos de Israel, es simplemente un hombre atrapado por su pasado. Ha cumplido una condena de 18 años, pero una vez reconquistada la libertad se le niegan los derechos de cualquier hombre libre.

Para toparse con Vanunu solo hay que dejarse caer por las cafeterías de los hoteles con más solera del Jerusalén oriental y palestino. Desde que salió de la cárcel, hace cuatro años, vive en libertad condicional. Tiene prohibido salir de Jerusalén sin permiso o acercarse a menos de 100 metros de cualquier embajada, puerto, frontera o aeropuerto. Tampoco se le permite hablar con extranjeros. Pero Vanunu está harto y ha optado por desafiar la condicional hablando con la prensa. "Quiero que me dejen salir de Israel. No tengo más secretos", afirma.

En 1986, protagonizó su sonada entrada en la historia. Tras nueve años trabajando en el reactor de Dimona "produciendo materiales para la bomba de plutonio", Vanunu abandonó la central y viajó al Sureste Asiático antes de recalar en Australia. Para entonces ya había recopilado todas las pruebas necesarias para desenmascarar la política de ambigüedad nuclear mantenida hasta hoy por Israel, que ni afirma ni desmiente la posesión de armas atómicas. "No fue difícil sacar las fotos del reactor", confiesa. "Nadie sospechó porque allí todos son patriotas".

En Sydney, Vanunu se convirtió al cristianismo y entró en contacto con el periodista del Sunday Times al que revelaría los detalles del arsenal israelí. "Lo hice para advertir al mundo de lo que un pequeño país estaba haciendo. A España no se le permite procesar uranio, debe hacerlo en Francia. Pero Israel lo lleva haciendo sin permitir las inspecciones internacionales desde los años 60", afirma.

Días antes de que el Times publicara que Israel tenía entonces al menos un centenar de cabezas nucleares, Vanunu fue secuestrado por el Mosad. Haciéndose pasar por una turista estadounidense, la agente Cheryl Bentov lo convenció para acompañarla a Roma y él, obnubilado por su debilidad por las mujeres hermosas, cayó en la trampa.

El año pasado Vanunu volvió a ser condenado a seis meses de prisión por hablar con periodistas. Recurrió contra la sentencia y de momento vive en libertad condicional. Para Amnistía Internacional es un "preso de conciencia" que está siendo tratado de forma "cruel, inhumana y degradante". Noruega le ha premiado con el Nobel alternativo y varias universidades europeas han reconocido su lucha contra la proliferación nuclear. Pero a Vanunu no le sirve de nada. Sigue atrapado. Ha cumplido condena, pero le impiden salir del país para volver a ser libre.