Nunca los turcos que viven en la ciudad alemana de Gelsenkirchen se habían sentido tan halagados. "Desde hace semanas, estamos recibiendo visitas de políticos de la coalición de Gobierno para explicarnos lo que representaría para Renania del Norte-Westfalia un triunfo de la Unión Cristiano Demócrata (CDU)", dijo a este periódico Hakki Tangodan, un turco nacionalizado alemán.

Hakki Tangodan tiene 68 años y ha dejado su vida en Gelsenkirchen, una pequeña población marcada por el duro trabajo en las minas y las acerías, una ciudad de la Cuenca del Ruhr que, gracias al carbón, se transformó en un centro industrial de primera magnitud. Es uno de los 200.000 turcos con pasaporte alemán que constituyen un 1,5% de los electores en Renania del Norte-Westfalia y que, en las elecciones legislativas que hoy se celebran en ese estado, pueden jugar un papel decisivo. Son unos comicios que el Partido Social Demócrata (SPD) aspira a ganar, aunque sea por los pelos.

El turco con pasaporte alemán simpatiza con el SPD, pero dice que "la cosa está dura" y que los tiempos han cambiado. Gelsenkirchen ya no es la ciudad de los mil fuegos (por las llamas de los altos hornos que se alzaban noche y día hasta el cielo). "Ahora se alzan los gritos desesperados de los desempleados, en una ciudad con una tasa de paro del 26,4%, una de las más altas de Alemania. El ánimo no es el más favorable para el SPD", asegura Hakki.

El ´reducto rojo´

En el resto del estado, la situación no es muy diferente. Renania del Norte-Westfalia aporta más de un millón de los casi cinco millones de parados que hay en todo el país. Por eso, muchos obreros socialdemócratas han comenzado a dar la espalda al partido que ha gobernado, casi sin contrapeso, durante 38 años, esta región.

El malestar ha llevado también a la formación en este estado de un nuevo partido de tendencia socialdemócrata, la Alternativa Electoral Justicia Social (WASG), que, con la ayuda del expresidente del SPD, Oskar Lafontaine, intenta robarle los huevos al águila, mientras los conservadores hacen sus propios cálculos con optimismo.

"El SPD perderá las elecciones. El cambio viene, aquí y en Berlín. Con la caída de la coalición rojiverde, el electorado corregirá un error histórico", afirma Peter Meyer, un obrero.

Mayer, de 69 años, es originario de Bochum, se encuentra sin trabajo y milita en la Unión Cristiano Demócrata (CDU). Los dirigentes de este partido están aún más seguros de la victoria. "El estado y el país necesitan dejar en el pasado la coalición rojiverde", asegura Jürgen Rüttgers, 54 años, exministro de Helmut Kohl y principal candidato de la CDU.

Inversores anónimos

El presidente del SPD, Franz Müntefering, lanzó un furibundo ataque contra los inversores al afirmar que "permanecen anónimos, no tienen cara, caen en enjambres como langostas sobre las empresas, las esquilman y se van". Rüttgers está convencido de que esta andanada resultará contraproducente para los socialdemócratas en el estado más poblado de Alemania, que, con más de 18 millones de habitantes, prácticamente decide hoy el futuro del país.

En todo caso, los ataques al "capitalismo salvaje" han servido para movilizar a una militancia que estaba decaída tras haber sufrido un tropezón electoral tras otro. A esta movilización ha contribuido también el ministro-presidente de Renania del Norte-Westfalia y candidato socialdemócrata, Peer Steinbrück, de 58 años, que está totalmente convencido de que el resultado será diferente al que auguran los pronósticos.

"Los democristianos tienen una ligera ventaja en las encuestas, pero yo paso de ellas. Sé que gran parte del electorado tomará su decisión en los últimos cuatro o cinco días", afirma Steinbrück.

Steinbrück, cuya abuela le enseño a jugar al ajedrez, espera dar jaque al rey en el último minuto y recuerda que, en las elecciones generales de hace dos años, su partido vivió una situación similar, "pero cuando la gente conoció la verdad optó por renovarnos la confianza".

"Ayer como hoy, los democristianos, con sus ataques al SPD y al canciller Gerhard Schröder, ocultan que desean establecer en Alemania un nuevo modelo social con reformas radicales. No es lo que quieren la mayoría de los alemanes", subraya Steinbrück.

Pero, tan seguros están los democristianos de su triunfo, que ya han comenzado a repartirse el próximo Gobierno alemán, el que resultará de los comicios del 2006. El líder socialcristiano bávaro, Edmund Stoiber, dijo a través de un portavoz que, "si ganamos en Renania del Norte-Westfalia, muy rápidamente designaremos a la presidenta de la CDU, Angela Merkel, como candidata a canciller".

El "superministro"

El mismo portavoz señaló que Stoiber sería una especie de "superministro de Economía y Finanzas", convencido de que Renania del Norte-Westfalia será ahora el preludio del retorno de la derecha al poder en Alemania, tal como en 1966 fue el anticipo de la coalición social-liberal y, en 1995, de la rojiverde.

Una derrota del SPD hoy tendría fatales consecuencias para Schröder. No quedaría ni un solo estado gobernado por la coalición rojiverde y la oposición pasaría a controlar más de dos tercios del Bundesrat (la Cámara alta), anulando cualquier posibilidad de movimiento de Schröder y su Gobierno. El resto es fácil de imaginar.