El virus de la viruela tiene un periodo de incubación de unos 10 días y resulta mortal para un 15% de los infectados. Provoca fiebre y gran malestar, además de pústulas abultadas y acuosas por todo el cuerpo. El sarpullido, que llega a almacenar a millones de copias del virus, es el punto de máximo contagio y el que puede dejar lesiones cutáneas irreversibles si se rasgan o lesionan en su fase de erupción.

A finales del siglo XVIII, la viruela era la responsable de 400.000 muertes al año en Europa. El destino de la enfermedad cambió en 1796, cuando Jenner descubrió la vacuna contra la viruela. La vacunación fue obligatoria en los países más desarrollados ya desde el siglo XIX y redujo de forma significativa el número de epidemias.