El país de las sonrisas volvió a derramar sangre. La lucha entre Ejército y camisas rojas dejó ayer 10 muertos y al menos 125 heridos en Bangkok, varios periodistas entre ellos. Tras meses de negociaciones y medidas tibias, el Gobierno parece decidido a finiquitar una crisis que, además de la factura en vidas, ha sumado al país en la incertidumbre, polarizado a la población y adelgazado los ingresos del turismo.

Las batallas campales se desarrollan en las inmediaciones del campo que ocupan en la capital decenas de miles de camisas rojas , quienes piden la disolución del Gobierno. La reciente llegada de carros blindados para cortar los accesos e impedir la creciente afluencia ha estimulado la lucha. El Ejército usa ahora munición real y los manifestantes también poseen armas.

Los problemas empezaron el viernes en una intersección del distrito financiero, a escasos metros de la zona ocupada, cuando unos manifestantes asaltaron un camión militar. Poco después, se extendieron a una zona vecina de embajadas (EEUU y Japón, entre otras) y después se multiplicaron a lo largo del perímetro de los tres kilómetros cuadrados de la zona roja. "Estamos siendo rodeados y golpeados. Todavía no es una guerra civil, pero es muy cruel", dijo Weng Tojirakarn, líder de los manifestantes, a la agencia AP. Los soldados usaban ayer altavoces para enviar mensajes de concordia: "Somos el Ejército del pueblo. Solo cumplimos nuestro deber con la nación. Hermanos y hermanas, vamos a hablar". Algunos militares se han mostrado partidarios de los camisas rojas .

Los manifestantes se han radicalizado desde que el jueves fuera tiroteado el general renegado Khattiya Sawasdiphol, asesor militar de los camisas rojas y al que el Gobierno acusa de haber creado un cuerpo paramilitar.

El conflicto nacional lo protagonizan los camisas rojas , empobrecidos campesinos partidarios del depuesto primer ministro Thaksin Shinawatra, que denuncian la ilegitimidad del Gobierno actual.