Tarde e insuficientes. Las iniciativas adoptadas ayer por las autoridades turcas para tratar de frenar la sangría que sufre su moneda desde comienzos de año apenas tuvieron efecto en la cotización de la lira, que volvió a teñir de rojo los mercados mundiales. Los inversores siguen huyendo de los activos del país euroasiático debido al temor a un sobrecalentamiento de la economía, al creciente autoritarismo del presidente Recep Tayyip Erdogan, a la tensión con Estados Unidos, y al posible contagio a otras economías emergentes. La lira ha marcado a primeras horas del día un nuevo mínimo histórico de 7,24 dólares al caer otro 10% y, si bien recuperó posiciones tras el anuncio de las medidas, sigue acumulando una devaluación del 45% en lo que va de año y del 25% solo en agosto.

El ministro de Finanzas y yerno de Erdogan, Berat Albayrak, acusó el domingo a Estados Unidos de provocar el derrumbe de su moneda mediante un «claro ataque» y anunció un plan para combatirlo. El Banco Central de Turquía comunicó ayer una reducción de las reservas de liquidez que deben guardar los bancos, lo que según sus cálculos supone una inyección para las entidades de 10.000 millones de liras, 6.000 millones de dólares y 3.000 millones de dólares en oro. Además de otras medidas, aseguró que les proporcionará «toda la liquidez que necesiten». «El banco central vigilará estrechamente la profundidad del mercado y la formación de precios, y tomará todas las medidas necesarias para mantener la estabilidad financiera, si lo considera necesario», añadió. Paralelamente, la Agencia de Supervisión y Regulación Bancaria impuso restricciones a las operaciones de intercambio de divisas entre los bancos turcos y los de otros países para dificultar las apuestas especulativas a la bajada de la lira.

Además, el Ministerio del Interior, la Fiscalía y la Policía del país están investigando a «personas involucradas en actos que amenazan la seguridad económica del país a través de medios de comunicación y redes sociales», incluídas 346 cuentas en estas últimas. El ministro de Finanzas ya anunció el domingo medidas contra «aquellos que difunden rumores», tras negar que fuera a imponer controles en la salida de divisas y la transformación de los depósitos en monedas extranjeras a la lira. Erdogan les acusó de ser «terroristas económicos».

Los problemas de Turquía vienen de lejos. La inflación se disparó hasta el 15,8% en julio, casi el triple que el objetivo del banco central, y los expertos estiman que la institución debería subir tipos para combatirla, una posibilidad que la institución no mencionó ayer. Erdogan se proclamó «enemigo» del encarecimiento del precio del dinero y pidió que los tipos bajen para abaratar el crédito, principal motor que explica el crecimiento del país en sus 16 años de mandato.

Las dudas sobre la política económica del país y sobre la independencia del banco central se han disparado desde junio, después de que el presidente nombrase a su yerno ministro del Tesoro y Finanzas y aprobase un decreto para otorgarse el poder de elegir directamente al gobernador de la autoridad monetaria.

El problema con EEUU es antiguo. Washington no ha deportado a Turquía al clérigo Fethullah Gülen, residente desde 1999 en el país y a quien Erdogan acusa de estar detrás del intento de golpe de Estado del 2016.