David Cameron creyó que la partida estaba ganada. La campaña electoral debía ser un paseo, después de años encabezando los sondeos. La máquina propagandística parecía engrasada. Sin embargo, los cálculos se han hundido con la entrada de un tercer contrincante. El error de Cameron y su equipo ha sido dar cancha a Nick Clegg, de igual a igual, frente a las cámaras. De ser casi un desconocido, Clegg ha pasado a convertirse en un político al que algunos incluso comparan con Churchill y con Obama.