"Si no me hubieran adoptado yo probablemente no estaría con vida. Tengo mucha suerte". La misma que uno de sus diez hermanos. Es la historia de Clemence Lememicier, una joven que nació hace 21 años en Haití pero que reside desde hace 17 en la región de Normandia en Francia. Ahora vive desde Cáceres la terrible situación por la que pasa su país de origen, mientras continúa en la Universidad de Extremadura sus estudios de lenguas extranjeras como estudiante Erasmus.

Sus padres biológicos querían lo mejor para ella, "como muchos otros padres allí, porque la vida en Haití es muy difícil". Con su decisión posiblemente le hayan salvado la vida.

Ella y su hermano Antoine, de 20 años, fueron adoptados por una familia francesa, a través de la asociación del país galo Solidaridad y Fraternidad para los Niños de Haití, cuando Clemence tenía poco más de cuatro años. Era muy pequeña pero dice que recuerda su vida allí: "Eramos muy pobres, nos pasábamos dos y tres días sin comer y todos los hermanos teníamos que ayudar", rememora.

Clemence dejó esa vida atrás gracias a sus padres franceses, pero no olvida a su familia biológica por la que vive inquieta desde que el día 12 un devastador terremoto se cebara con el país. "No tengo noticias de mi familia todavía, no sé si están bien o si les ha pasado algo". Está intentando ponerse en contacto con ellos a través de la oenegé francesa, sin resultados.

"La comunicación es muy difícil, tenemos que esperar a que la situación se tranquilice", cuenta angustiada. No ve a sus padres, nueve hermanos, abuelos y demás familia desde que viajó con sus padres adoptivos a su país en el 2002 pero "nos escribimos dos veces al año". Parte de su familia vive en Plaisance, en el norte de Haití, y la otra en Puerto Príncipe, la capital.

Sin noticias y desde Cáceres está viviendo una de las peores tragedias que ha sufrido su país con "mucha pena". "Es muy difícil ver las noticias sin llorar". "Tengo mucha suerte de estar aquí". Lo repite constantemente porque si ya sabía que en Haití nada de lo que sueña hoy podría hacerse realidad, tras el terremoto lo ha vuelto a confirmar. "Es un país muy peligroso. No se puede imaginar lo que es vivir allí. Está por desarrollar y, aunque me gustaría, es muy difícil que la situación mejore, porque cada año hay catástrofes".

Ahora, ha sido la primera en movilizarse para buscar ayuda a través de Facebook y representa una oenegé. A su ayuda se suma la recaudación que la cafetería de la Facultad de Filosofía y Letras de Cáceres consiguió ayer, 1.758 euros, que canalizará a través de Cruz Roja. "Han llegado a pagar por un café hasta quince euros", cuenta el responsable de la cafetería, Rafael Vizcaíno, informa Carlos Ortiz.

"Es estupendo lo que se está consiguiendo en Extremadura, parecía que no, pero la gente se está moviendo para ayudar". Sobre la propuesta de Vara para acoger a niños haitianos, "no puedo decir más que gracias", precisa. Mientras, Clemence piensa cada día cuando podrá visitar Haití.