El conflicto entre Estados Unidos y Venezuela escala en tiempos de coronavirus. Washington ha pasado de nuevo a la ofensiva y el presidente venezolano, Nicolás Maduro, ha enviado a los norteamericanos un mensaje en el que, además de expresarles su "solidaridad" y "consternación" ante "las consecuencias de la pandemia" en el país, dice sentirse obligado a "alertarles" mientras "el mundo se enfoca en atender la emergencia del Covid-19". "El Gobierno de Trump, instrumentaliza una vez más las instituciones para alcanzar sus objetivos electorales y basándose en infamias bajo pretexto de la lucha contra las drogas, ha ordenado el despliegue militar más grande de Estados Unidos en nuestra región en 30 años, con el fin de amenazar a Venezuela y de llevar a nuestra región a un conflicto bélico costoso, sangriento y de duración indefinida", ha dicho Maduro.

El diputado Juan Guaidó, considerado por Washington y otros 54 Gobiernos como "presidente encargado" de Venezuela, respalda la decisión de la Casa Blanca y reitera en ese contexto que no descarta la hipótesis de una intervención militar norteamericana para forzar la salida del poder de Maduro. "Hay una opción de escalar la presión, ya dijimos que cuentan todas las opciones", ha dicho.

El intento de militarización del Caribe por parte de la Administración Trump ha sorprendido a los analistas más imparciales: un informe de la Fundación Paz y Reconciliación (Pares) de Colombia consigna que el 70% del tráfico marítimo de cocaína con destino a Estados Unidos se realiza en aguas del Pacífico.

Plan de transición

A la par de la parafernalia bélica, Washington lanza otros globos de ensayo. Días atrás, el secretario de Estado, Mike Pompeo, propuso un entendimiento para levantar las sanciones contra Venezuela sobre la base de una normalización de las actividades de la Asamblea Nacional (Parlamento), encargada a su vez de crear un consejo de Estado del cual no podrían formar parte ni Maduro ni Guaidó. La oferta norteamericana se conoció después de que el "presidente encargado" relanzara con un mínimo eco su plan de un Gobierno de Emergencia Nacional, con él a la cabeza.

El despliegue militar y el "marco democrático para Venezuela" diseñado por Pompeo son consecuencia de la debilidad política de Guaidó. El plan que tiene en mente el secretario de Estado le asigna a los militares maduristas un papel importante en esa hipotética transición, similar al que jugaron los uniformados en Chile y Nicaragua, en los años 90, cuando esos países dejaron atrás la dictadura militar y el sandinismo con los generales Augusto Pinochet y Humberto Ortega, respectivamente, al frente de sus respectivos Ejércitos.

La Fuerza Armada Bolivariana ha rechazado la proposición y dice prepararse nuevamente para lo peor mientras los opositores denuncian un endurecimiento de la represión. El pasado Domingo de Ramos, Maduro estableció una curiosa analogía entre la crucifixión y su presente político. "A Jesucristo lo matan por ser antimperialista, por enfrentarse al Imperio Romano", dijo.