La escalada prosigue con dos novedades inquietantes: los carniceros de la yihad no se detienen ante el asesinato de musulmanes, quebrantando una de las supuestas normas de la organización Al Qaeda, y la siniestra industria de los secuestros se cierne sobre los testigos. Persiste la guerra civil religiosa y étnica, mientras que el pronóstico apunta hacia la balcanización de la provincia otomana que el imperialismo británico organizó como Irak. Para los norteamericanos resulta notorio que los estrategas del Pentágono no pusieron los medios para la seguridad del país, lo que, a su vez, explica que la guerrilla se afiance y que la democratización sea una quimera. Es imposible compartir el optimismo electoral del primer ministro iraquí. La llamada segunda guerra de Irak no es sólo un desafío del terrorismo global sino también una prueba de la nula voluntad de corregir los errores y de la incapacidad de Occidente para articular una alternativa que reconcilie al islam con la democracia.

*Periodista e historiador.