Guillermo Godó se queda. Este español ha decidido ser un escudo humano con todas sus consecuencias y no regresar a Barcelona para conceder entrevistas. Ya está instalado en la refinería de Al Dora y ahora sólo espera que, cuando comience el ataque, su presencia y la de una treintena de escudos humanos en esa instalación civil sirvan para que los aviones estadounidenses no la bombardeen. "Vine a Irak como escudo humano y asumo esa condición hasta el final", explica, sentado en el salón de la casa donde el régimen los colocó.

MUJERES Y NIÑOS

La vivienda pertenece al barrio de modestas casas de los trabajadores de la refinería. "Estamos rodeados de familias, de mujeres, de niños. Si bombardean esto, y nosotros morimos, el mundo debe saber que con nosotros masacran a un montón de familias inocentes", dice.

ESTANCIA DE LUJO

"Estaba deseando desplegarme. Estaba harto de ser un escudo humano que come y vive en un hotel de lujo y que le cuesta al Gobierno el tratamiento médico de cuatro niños", sentencia, mientras enseña su habitación. Sobre su modesta cama de metal, un saco de dormir y un libro: Los pilares de la sabiduría , de Lawrence de Arabia.

Y no se queja. "Comemos en el restaurante de la refinería con los trabajadores y tenemos libertad de movimientos", explica. Sin embargo, lamenta que el objetivo no se ha- ya conseguido. "Lo interesante --señala-- hubiera sido que se congregaran en Bagdad entre 3.000 y 5.000 escudos humanos occidentales; una masa crítica lo bastante numerosa como para que Estados Unidos se lo pensara antes de atacar y causar la muerte a tantos occidentales". Pero el número de personas implicadas en la iniciativa Escudos Humanos que hay ahora en Bagdad queda muy lejos de eso. La cifra oscila alrededor de las 150 personas.

Dos de los escudos con más peso son Ken Okeefe, un estadounidense veterano de la guerra del Golfo, y Gordon, un australiano exconcursante del programa Gran Hermano .

Después de que el sábado el régimen les dio un ultimátum para su despliegue, los escudos humanos se encuentran en cinco instalaciones civiles: el silo de comida Al Taije, la planta potabilizadora de agua de Jaizert, la estación eléctrica de Bagdad sur, la refinería Al Dora y la central eléctrica Al Dora. Los escudos han enviado a la ONU y a EEUU cartas detallando el emplazamiento de esas instalaciones civiles.

El problema es que muchas de estas personas no tienen las cosas tan claras como Guillermo. "De momento, nos quedamos". Esto es todo lo que ayer podía decir Miki Renard, uno de los cinco miembros del grupo de ocho escudos españoles presentes en Bagdad. La decisión de si permanecen en Bagdad durante los bombardeos depende de varios factores: si la instalación donde el régimen los sitúa les convence y si Irak permite la entrada a los ocho españoles que se encuentran bloqueados en Ammán (Jordania).

LAS DIVERGENCIAS

Entre los mismos escudos humanos, que agrupan gente de 50 nacionalidades, hay divergencias. Unos creen que deben instalarse donde el Gobierno iraquí les diga, ya que, piensan, es quien mejor conoce las necesidades del país. Otro sector considera que los escudos humanos únicamente son creíbles si pueden escoger sus emplazamientos pues, de otra manera, daría la impresión de que son títeres del régimen de Sadam Husein.

El grupo de españoles refleja las divergencias de criterio que hay entre Bagdad y los organizadores sobre cómo debe realizarse la iniciativa de los escudos humanos. El régimen iraquí quiere que se desplieguen en unas determinadas instalaciones, y ellos proponen otras.

Los ocho escudos humanos españoles llevan tres días en la planta eléctrica de Al Dora, a la espera de que los trasladen a una planta potabilizadora de agua. Sin embargo, el régimen iraquí intentó antes desplegarlos en dos plantas distintas a las acordadas inicialmente.

OTROS PLANES

Que el régimen tenía otros planes se vio claro ya en el sospechoso viaje a la planta potabilizadora de aguas de Al Dora, a apenas 10 minutos del centro de Bagdad. Sin avisarlos, los llevaron a una planta aislada. "No sabíamos si aquello era civil o no. No nos gustó la pinta que tenía", recuerda un escudo, que detalla: "No había teléfono, ni coche alguno con el que pudiéramos salir de aquel lugar aislado".

"Quédense, quédense aquí", les decían los acompañantes iraquís. Al día siguiente, los llevaron a una planta eléctrica situada en Meda´in, 30 kilómetros al sureste de Bagdad, que estaba en pleno frente de defensa de la capital, rodeada de ametralladoras y trincheras. Aunque aceptaron en un principio, a lo largo del día los escudos consiguieron que los trasladaran a la central eléctrica de Al Dora, donde permanecen. Por ahora.