No hay inmersión lingüística en Kosovo. Hay dos tipos de escuelas, las albanesas y las serbias, y cada una imparte las clases en su idioma, ignorando al otro. Nueve años después de la guerra, el sistema educativo sigue siendo incapaz de tender puentes entre las dos culturas. Y unos 50.000 niños serbios sufren hoy apartheid educativo.

La vulneración del derecho a tener una vida normal afecta a los adultos en Kosovo, pero más a los niños. Los alumnos de los enclaves serbios van a la escuela acompañados por sus padres o en el bus escolar. Siempre. Además, muchos de sus colegios están bajo protección de los soldados de la ONU: suecos en Gracanica (centro), españoles e italianos en Gorazdevac (oeste) y ucranianos en Brezobrica (sur). Solo en Mitrovica gozan de cierta normalidad, si es normal vivir en una ciudad partida en dos.

Snezada Stejkoviv, de 39 años, es la directora del colegio público de Kosovo Polje. Fue concebido para las dos comunidades, pero no se pusieron de acuerdo ni en el nombre. Para los serbios es la Escuela Primaria Aca Marovic, y para los albaneses, Vuk Karadzic. Unos, los serbios, van por la mañana, y los otros, por la tarde. Unos salen a las 12.30 horas y los otros entran a las 13 horas. "Los padres no permitirían que coincidieran y mucho menos que hablaran y jugaran juntos", dice la profesora. ¿Clases juntos? "Mi experiencia me dice que no es posible", lamenta.

DEL COLEGIO A CASA Snezada nos propuso una prueba. "Si ven a unos chicos caminar por la carretera o jugando al fútbol en la calle, serán albaneses". Y agregó: "Los niños serbios van de casa al colegio y del colegio a casa, y muchos juegan en el patio de la escuela bajo la mirada de varios soldados".

Nueve años después de la guerra, la imposición cultural continúa, pero al revés. Han pasado 19 años desde que Slobodan Milosevic hizo en Kosovo Polje su discurso más célebre, que se resume en un frase: "A los serbios nadie les va a tocar un pelo".

En el Campo de los Mirlos, en Kosovo Polje, siguen librándose duras batallas. Lo mismo pasa en el pueblo cercano de Preoze y en el otro extremo de Kosovo.

En Osojane, pasa lo mismo pero al revés. Los niños albaneses van al colegio por la mañana y lo llaman Sveti Sava; los serbios, por la tarde, y lo denominan Rados Tosic. "Hemos tratado de concienciar a alumnos y padres para crear una escuela única y hemos fracasado. La escuela no lo es todo en la educación. Están la familia y el entorno, que pesan mucho", dice Dalibor Petrovic, profesor de informática.

"La independencia no nos gusta, pero no es lo peor. Lo malo es no poder hacer vida normal, estar recluidos en guetos", dice Ivana Popovic, que da inglés.