Los estragos de la pandemia han llevado a los distintos gobiernos europeos a gestionar la más grave crisis sanitaria, económica y social en décadas. Los cierres de filas y consensos de los primeros momentos se han ido fisurando con el paso de las semanas en las distintas capitales, pero en ninguna hay un enfrentamiento como en España. Portugal está en el otro extremo, con una cooperación inédita entre Gobierno y oposición.

ALEMANIA

El virus se 'entromete' en el relevo de Merkel

En Alemania, con unas elecciones federales previstas para septiembre del próximo año, la gestión de la pandemia no sólo está condicionando los cálculos políticos de cada uno de los partidos del arco parlamentario, sino también la carrera por la sucesión de Merkel. Ello significa que, tras un primer momento en el que los partidos y las diferentes familias de la CDU cerraron filas en torno al Gobierno de gran coalición, y una vez superada la primera fase de la crisis sanitaria, los diferentes actores políticos comienzan a tomar posiciones con la vista puesta en la cita electoral.

Los partidos opositores que acabaron antes con su tregua al Gobierno de Merkel fueron la ultraderecha de Alternativa para Alemania (AfD) y los liberal conservadores del FDP. Como tercera fuerza más votada, AfD lidera la oposición parlamentaria a la gran coalición. Ello le permite abrir las réplicas en sesiones de control parlamentario, ocasiones que no desperdicia para sacar su dialéctica más agresiva contra el Ejecutivo y la cancillera. La ultraderecha lleva semanas pidiendo el fin de todas las restricciones de la actividad económica para evitar "una inédita ola de despidos". Mientras, el FDP rechaza cualquier tipo de control ciudadano a través de aplicaciones digitales, como han hecho algunos países asiáticos para frenar la expansión del virus.

Los otros dos partidos opositores con presencia parlamentaria, Los Verdes y La Izquierda, han mostrado hasta ahora un espíritu cooperativo al entender que así lo exigía la excepcionalidad del momento. Los ecoliberales han caído varios puntos en las encuestas de intención de voto, lo que los obliga a volver a buscar un perfil propio y crítico con el Gobierno. Los Verdes aparecen como el posible socio de coalición de la CDU post-Merkel. Para ello necesitarán, sin embargo, un buen resultado electoral. Los poscomunistas, por su parte, intentan escapar del marasmo que los acompaña en las proyecciones electorales (alrededor del 8%) exigiendo al Gobierno medidas sociales más audaces ante la recesión que ya asoma en el horizonte de la primera economía europea. ANDREU JEREZ

PORTUGAL

La responsabilidad del oponente político

Profunda envidia siente Pedro Sánchez cuando mira hacia el oeste. Allí, en Portugal, su homólogo político e ideológico, el primer ministro socialista António Costa, cuenta con la absoluta colaboración de la oposición que, desde el primer minuto, ha entendido que el país se halla en una situación de absoluta excepcionalidad y emergencia sanitaria, social y económica. Por eso fue tan rotundo el jefe de la oposición, el socialdemócrata Rui Rio, del SPD, cuando el 18 de marzo, cinco días después de decretarse el estado de emergencia en el país luso, dejó claro sus postulados de la gestión política ante la pandemia del Covid-19. "En todo lo que nosotros podamos, ayudaremos. Le deseo coraje, nervios de acero y mucha suerte porque su suerte será la nuestra, la de Portugal", sentenció en el Parlamento.

Costa se agarró al cable y también al sentido común que le dictaba su instinto político y los consejos de los sanitarios. "Nosotros, que comenzamos más tarde, debemos aprender de los otros países y ahorrarnos etapas aunque parezca que pecamos por exceso", afirmó el líder socialista en una de sus comparecencias para dar explicaciones de su gestión. Una labor que, por lo que dicen las cifras, parece que ha dado sus frutos: Portugal no llega a los 1.100 fallecidos por coronavirus y, aunque su población es mucho menor que la de España (poco más de 10 millones), sí se entra en cifras porcentuales, el balance, sin dejar de ser trágico, es más favorable. Y es que en Portugal se ha contagiado el 0,24% de la población y han fallecido el 3,9 de los contagiados, por el 0,45% y 11,5%, respectivamente, en España.

"Yo no estoy cooperando con el Partido Socialista, estoy cooperando con el Gobierno de Portugal", es otra de las máximas de Rui Río, que también ha dejado claro que su manera de actuar no supone dar "un cheque en blanco" a su rival político. "Primero tengo que ver las cosas y luego aprobarlas". Lo que sí ha visto es que ante esta emergencia mundial de carácter poliédrico hay que arrimar el hombro como nunca antes se ha hecho. Hasta el punto de que envió una carta a su militancia para que no atacara el Gobierno de Costa. "No es patriótico", sentenció.

FRANCIA

Equilibrio entre la dura crítica y el apoyo inevitable

El coronavirus ha puesto en cuarentena las reglas clásicas del combate político y en Francia la oposición hace equilibrios para hacerse oír en un espacio mediático dominado por ministros y expertos sin romper la unidad nacional que ha pedido el presidente Emmanuel Macron.

Salvo los partidos que le apoyan, todo el arco parlamentario critica legítimamente los errores, la falta de preparación, los mensajes contradictorios y la poca transparencia que ha mostrado el Gobierno en la gestión de la crisis. El tono es exigente pero constructivo, como si hubiera un pacto tácito para posponer al fin de la pandemia el ajuste de cuentas y centrarse ahora en preguntar. "Es nuestro papel durante la sesión de control al Gobierno: transmitir lo que esperan los franceses sin entrar en polémicas partidistas", decía en '20 Minutes' el jefe de filas de Los Republicanos en la Asamblea Nacional, Damien Abad.

El Partido Socialista ha presionado para que se actúe con claridad y se ponga en marcha una "economía de guerra" que proteja a los más vulnerables mientras que la ultraderecha, muy ofensiva al inicio de la crisis, ha ido modulando su discurso.

A diferencia de la alemana AfD, Marine Le Pen ha pedido respetar el confinamiento y orienta sus dardos a la forma más que al fondo de las medidas. Al fin y al cabo, no le puede reprochar a Macron un discurso soberanista y protector que ella misma defiende. De ahí que se encuentre en una "posición incómoda", según explica en Afp el investigador Hans-Georg Betz, del Centre for Analysis of the Radical Right (CARR).

Desde el punto de vista institucional y aunque su voto no sea vinculante, el Gobierno ha recibido un serio toque de atención del Senado (de mayoría conservadora) al haber rechazado por un estrecho margen el plan de desconfinamiento, sobre el que hay muchas dudas. Con todo, los más duros son los propios franceses. El último sondeo del instituto Ifop revela que el 61% no confía en la capacidad del Ejecutivo para hacer frente a la pandemia. EVA CANTÓN

REINO UNIDO

El miedo a criticar a un primer ministro en la UCI

El estallido de la epidemia del coronavirus pilló a la clase política británica desarmada. El Parlamento cerrado por vacaciones, la oposición sin líder y un primer ministro contagiado, que acabó en la UCI. Con Boris Johnson fuera de juego, mientras la cifra de muertos se disparaba, el papel del Gobierno se redujo a mantener el tipo, esperando el retorno del jefe. En las conferencias de prensa diarias sobre la marcha de la epidemia, la debilidad de los miembros del actual Gabinete ha sido evidente. Los ministros, inadecuados, sin experiencia, fueron elegidos así a propósito por Johnson y un círculo de asesores, encabezado por Dominic Cummings. Pero tanto Johnson como Cummings resultaron contagiados y la toma de decisiones se aplazó.

En estas circunstancias excepcionales, los partidos de la oposición han respaldado el confinamiento decretado por el Gobierno. El país pasa por momentos tremendos y cualquier crítica que pudiera interpretarse como un intento de sacar beneficio político de la baja de Johnson hubiera sido condenada por los británicos. En su intervención en la Cámara de los Comunes como nuevo líder laborista, el 22 de abril, Keir Starmer adoptó un tono constructivo y prudente frente a Dominc Raab, que sustituía al primer ministro. Starmer, respetuoso, pero muy preciso en sus preguntas, pidió cuentas sobre las graves deficiencias en la gestión del coronavirus, como la falta de material de protección o de pruebas. Esa ha sido también la línea de los independentistas escoceses, habitualmente más beligerantes. El debate sobre los errores de gestión se ha aplazado, por ahora.

Johnson prometió a su vuelta contar con la oposición. Está semana habrá una primera reunión, antes de que anuncie el domingo un plan de desescalada. Starmer lleva su lista de exigencias y quiere un "consenso nacional". Los empresarios desean volver rápidamente al trabajo, pero los sindicatos piden medidas de seguridad suficientes para no poner en riesgo a los trabajadores. BEGOÑA ARCE

ITALIA

Nula colaboración con el boicot de Salvini

Durante los 60 largos días de emergencia no ha habido ninguna colaboración entre la mayoría de gobierno y la oposición en la gestión de la crisis. El presidente de la República, Sergio Mattarella, había sugerido implicarla a causa de la magnitud de las medidas, pero ha resultado imposible, principalmente a causa de las piruetas de Matteo Salvini, líder de la Liga, que ha intentado rentabilizar consensos de la pandemia. El resultado ha sido la perdida de 10 puntos electorales (del 36% al 26%), según los sondeos.

En 60 días, Salvini ha pedido el cierre de las fronteras (11 de marzo), amnistías fiscales y de la construcción ilegal (27 de marzo y 6 de abril) y la apertura de todo (27 de marzo). Ha exigido el cierre de Europa y de Italia (21 de febrero) y, el mismo día, la apertura a los turistas. También quiso las iglesias abiertas por Pascua (el Papa las había cerrado), pidió entregar 1.000 euros para que los italianos puedan veranear en el país y también se ha paseado por Roma con su compañera (15 de marzo) cuando los italianos estaban confinados. "La ciencia no basta, se necesita la protección del corazón inmaculado de María", soltó sin rubor a mediados de marzo. ROSSEND DOMÈNECH